lunes, 5 de enero de 2015

Capítulo 4 el colombiano y la Frentona.

Es de madrugada, esta noche pasó algo que me dejo perplejo:

Ya todos se habían ido a sus casas , y yo no quería regresar aún a la mía. Fui a donde mi amigo el Colombiano y hablamos por un rato sobre su vida; bueno, el hablaba y yo lo escuchaba viendo la noche y sintiendo su frío, me siento libre cuando todos duermen y yo escucho a la noche. Me sorprendió la nobleza y pureza de el Colombiano. Su forma de decir mentiras tontas como la de un niño, chistes inocentes que me hacían partirme de risa, no por graciosos sino por tontos. En algún momento llegué a creerlo retrasado mental, pero entendí como un rompecabezas que se iba armando igual que un álbum de barajitas: sin orden, recibiendo piezas que al irlas recolectando tomaban forma. Que este amigo, si bien mayor que yo, no era retrasado mental sino inocente por haber vivido La vida del campo. Me agradó mucho, era tonto y conmovedor, me hacía sentir que lo sabía todo a pesar de no saber leer ni escribir. En un momento se retiró, y no supe qué le ocurrió.

  -Pensé que no saldría más  (nos encontrábamos frente a su casa) y cuando me decidí a irme porque era tarde, ocurrió El evento.

El Santero y las Primas (la Frentona y la que me llama la atención, novia del Santero) iban riendo, el Santero hacía un gesto hacía la Frentona, como chantajeándola, yo los veía de reojo. Al parecer ella se negó, y fue cuando él lanzó aquel comentario que aún me da vueltas en la cabeza. El gritó: Oye, Ramiro, ella dice que le gustas. Creo que hasta ese momento, no había entrado en conciencia de que nunca nadie me había dicho que yo le gustaba, debieron haber pasado catorce años para este episodio. Ella se apresuró a tapar su boca chismosa, y riendo como avergonzada, dijo: es mentira, no le creas. Y se apresuró en mirarlo con odio o rencor. Yo ni siquiera me levanté de la acera en donde me encontraba, estaba mudo, nervioso, aterrado. Siguieron caminando como por inercia. Mi mirada se quedó viendo las estrellas, la noche, su frío. Cuando los acontecimientos cesaron de bailar en mi cabeza, bajé la mirada y no estaba nadie. Me levanté, vi hasta el fondo de la calle, vi a un chico vestido todo de blanco ¿Habría sido un sueño?

El Colombiano regresó, y con ese molesto tono que tienen las personas con mucho tiempo libre, pregunto:

-¿Qué pasó Ramiro, por qué se le asustó a esa Pelada? Si le tiene miedo a las mujeres presentémela, yo sí no la fallo. Yo no le temo a nadiem, menos a una jeva.

¿Habría sido un sueño? Pensé.

-Ni el número le pidió, uis, que bobo es uste, ¿sí o no?

¿Habría sido un sueño? Continuaba cavilando.

-Usted tenía que levantarse, darle la mano, oiga, y decirle: Mucho gusto princesa, Soy Ramir ¿Le acompaño a su casa? Y luego hablaba, vea, y así es cómo se enamora a una pela'a.

¿Será que toda mi vida había sido un sueño, y esa chica me había despertado, y ahora el Colombiano trataba de dormirme de nuevo?

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