domingo, 31 de mayo de 2015

Claudia Diez y la soledad de los dioses.

Yo también me siento solo, sabes; y envidio, aunque lo niego,
a ese Yo de mis sueños que puede sentir a quien espero.















Limando palabras.

Quiero limar palabras,
Sacarles un filo precioso,
Quitarles, todo lo que no necesitan.
En pocas palabras: limando palabras,
Me duele tu olvido.

Limando palabras,
Quitando de ellas, la política,
Religión o causas sociales.
Limando palabras:
Me duele tu olvido.
Como me dolía,
Cuando conmigo estabas,
Tu boca desplomada en besos,
Y luego sonreías.
Conmigo estabas, pero te extrañaba.
Saber que te ibas, dudar si volverías.
Limando palabras, me duele tu olvido.

Sé que me piensas, pero que será fácil,
Que me olvides, en uno o dos o tres ratos.
Porque querida, cuídate de éstas palabras:
Vienen con filo:
Si bien me duele tu olvido,
Me duele aún más, saber lo poco que te duele.
Eras una conmigo, eras otra con el mundo.
Porque fueron mis deseos, de traerte a mi mundo,
Lo que me dieron de ti, toda esperanza,
Lo que a escribirte poemas, le daba todo el sentido.
En pocas palabras, me duele tu olvido.

Porque limo las palabras, les quito tu culpa;
Y me siento culpable, de creerte culpable,
Cuando era mi pasión, la que te exigía conmigo
Esa desbordante entrega, que no tenías ni contigo.
Limo ahora, cariño, y me atrevo a decirlo:
Ahora limo tu olvido.

Te veo en el futuro, tan ajena a mí,
Como en cada instante, que no estabas aquí.
Jugando a ser, lo que despreciaba de ti.
Porque para mí, oh muchacha, 
Mucha de ojos de girasol salvaje.
Para mí no vales nada, si te vas de aquí (de mí).
Limando palabras, me doy el lujo, el permiso poético,
De repetirlas, muchas veces, en cada párrafo.
Porque limando palabras, todo se resume a esto:
Me olvidas,
Contigo,
Te quedas,
Conmigo,
Sin ti,
En mí,
Llena, llenándome, llenita...
De un profundo olvido.



*La patria de un poeta no es el país donde este nace, la patria de un poeta es la nostalgia.

sábado, 30 de mayo de 2015

Tú y el otro.

Te vi como nadie pudo verte,
Es decir, te vi como ese reflejo de la luna,
Que me eriza la noche:
Tan normal para todos, tan poema para mí.
Pero tú con otro, y otro, y otro.
Te vi como un sueño, con los ojitos cerrados;
Te vi como tal vez, nadie, ni tú, alguna vez te viste.
Pero tú con él, con él y también con él.
Te vi desnuda, y también sin ropa.
Te vi con odio, con amor, y con esa trágica
Y hermosa esperanza que excita mucho
Más que la señorita suerte.
Pero tú, con aquel, aquel, y aquel.
Te vi libre y a la vez mía,
Me vi tuyo, o tal vez no tuyo;
Pero, definitivamente, me vi en tus brazos
Como nunca antes estuve en los brazos
De cualquiera que me proclamara suyo.
Pero tú con ese, ese, y también ese.
Te vi cuando partí, te vi extrañándome,
Pidiendo que no me marche,
Te vi llorar como lloran quienes jamás extrañan.
Con una facilidad molesta.
Te vi en mi llanto, mi llanto de nostalgias,
Mi llanto seco, mi llanto que huye,
Mi llanto que mata y destruye.
Te vi hasta en las lágrimas que no derramé.
Pero tú con él, con aquel, con ese, y con otro.

Si te volviera a ver.

Si te volviera a ver me gustaría desconocerte,
Poder sentir, sin saberlo, el placer de descubrirte.
Si te volviera a ver, me volvería: sin pensar
Que te compartía con otros labios,
Recientes, presentes y futuros.
Si te volviera a ver, oh, querida, volvería,
Sin pensar, ni un poquito; a entregarme al delirio,
De tus besos, de tu voz, de tu carne.
Ay, mi querida, si pudiera volverte a ver,
Me amarraría de nuevo a ti; ignorando por segunda vez,
Que el lazo del cariño era la soga de mi dolor.
Si te volviera a ver, querida, y no te hubiese visto,
Te aseguro, no lo dudes, que te inventaria...
Si te volviese a ver, aunque sin verte,
En cada instante, como hice, todo de mí te entregaría.
Si te volviese a ver, querida, seguro estoy, oh, sí,
De que lo haría, sí, sí, por segunda vez:
Esta carta de suicidio escribiría.

Poesía sucia y ternura.


 Habíamos dormido juntos toda la noche, la sentía respirar entre mis brazos; y sin poder dormir traía a la memoria mis deliciosos placeres. El placer que acababa de sentir en mis pulmones, el placer de su olor luego del sexo. No obstante, estos placeres saboreados me eran interrumpidos por otros que deseaba saborear; pensaba en una puertoriqueña cuyos preciosos cabellos colgaban sobre sus hombros y su perverso rostro, con un caos fascinate.

Pero esto no me impedía mirar a la pelirroja, y hechizarme de profunda ternura. La traía a mi piel y su cuerpo frágil cedía sin mayor esfuerzo. Oh, pelirroja, ceder, ese es tu signo. Nunca antes había tenido entre mis brazos una mujer que con tanta facilidad se entregara a los de cualquier otro. Y no mentías, pelirroja, me hablabas de libertad, pero no, flaca, si acaso, pudiésemos llamarte puta, pero ni eso. No podemos llamarte libre, flaca, la libertad es una cosa de elegir y renunciar; pero tú no eliges, cariño, tú te dejas arrastrar por una poderosa debilidad, si es que se puede decir así; eres un mero lienzo en blanco, estás en este poético mundo donde te invento y te mueves con la belleza más preciosa; pero siento, flaca, y no te miento, que poco es tu mérito. Podrías estarte acostando con cualquiera, y de hecho lo haces. Cualquiera que te tome del brazo te lleva a donde quiera llevarte, por una casualidad que no busco comprender has terminado conmigo, con tanto arte, tanto sexo hondo lleno de belleza, dolor y otros desgarradores sentimientos ¿Sería por ti, musa, que hebitamos este universo poetico? No, musa, qué va, no es por  ti; aunque en el fondo tal vez sí: no eres una mujer libre, musa, lo que muchos llaman libertad es confundir la libertad con la pereza. Oh, musa, a quién engañamos, ya te lo he dicho, no renuncias a nada, no eliges nada, el único requisito para poseerte es ese misterioso placer que sientes al ser sometida. Ay, flaca, llamas libertad al hecho de someterte a mucha gente en vez de a uno, que mal estás flaca, y lo peor soy yo, que no sé si en el fondo representas un reto para mí, una parte de mí sospecha que quiero poseerte a tal punto... con todo lo que tengo... que sé que es mucho más de lo que cualquiera pueda darte; no porque yo sea más o menos que ellos, sino porque soy el único interesado en realmente darte algo. Pero no, musa, a veces me siento superior a ti y a todos, por el sencillo hecho de que no logran comprenderme, andan moviéndose en un mundo tan ajeno al mío, tan lleno de certezas, de certezas que son excusas para evitar preguntas. 

Seguramente será así, musa, te irás con cualquiera en unas horas y yo me quedaré, yo siempre me quedo. 

Recuerdo la última vez que lo supe, lo dijiste con una naturalidad sumamente fría, casi ingenua; descubrí entonces que si yo no sabía era porque no te lo había preguntado. Ves, musa, eso no es libertad, la libertad implica un grado de resistencia mínimo, una rebeldía, un pensamiento. Pero no, musa, tú no eliges ni siquiera la renuncia, sencillamente te dejas aplastar.

Empezaba a notar esa casi enfermiza sumisión cuando me daba cuenta de que, por más que sacudía los deseos en ti, no hacías nada. No tomabas ninguna iniciativa al menos de recibir alguna orden. Y me aprovechaba: te convertía en algo precioso, pero luego seguías con tu existencia, como si no hubiese pasado nada; y yo sentía cómo el oleo y la pintura se despreciaban profundamente.

Habías despertado y sin decirte nada bajé hasta tu entrepierna -Ella puede llegar en cualquier momento- decías como un mayordomo dirigiéndose a su amo, siempre en ese tono de súplica fría. Mi lengua desprendía sobre tu sexo un hambre de profundos sabores; aun estaba fresca desde que te limpiaste hace unas horas, luego de ese encuentro sexual que terminó con un hondo silencio que corté diciendo -Las mejores musas son aquellas que no son alérgicas a la lactosa- Y empezaba a contarte esos episodios de mi infancia tan simples, pero que recuerdo con tanta emoción, mientras permanecías callada, tal vez por tu aliento a semen o tal vez porque te gustaba. No puedo negarlo, me resultaba fascinante tenerte porque tenerte era en parte estar acompañado y en parte no dejar de estar sólo. Te sometías a mi piel; y en especial, a mis ideas, de una forma en la que nadie nunca antes, en parte me dolía y en parte me gustaba, me dolía la carencia de esfuerzo, me gusta lo profundamente hondo que podíamos llegar, era algo tan precioso que podía compararse con la imaginación.

Siempre me llenabas de halagos, musa, halagos que honestamente me hacían sospechar que nacían más de tu ingenuidad que de mis atributos. No hubo un sólo encuentro en el que no pensara, por dolorosas ráfagas de instante, que esto era para cualquiera, estos halagos, este placer, está capacidad que tienes de maravillarte. 

Francamente, a veces pensaba en una utópica orgía, un <Todos podemos vivir felices follando juntos> pero eso no ocurría, cariño, el mundo es demasiado complejo como para no despreciarlo y elegir unas cosas en vez de otras. Oh, cielo, si tan sólo sintiese que te deleitas sólo con los mejores; tal vez eso me haría invitar a tus amigos, deleitarme con ellos y contigo. Pero no, no es eso, y ni siquiera es bondad: esa otra seductora que tienta muchas veces más de lo que lo hace el poder. Sencillamente era un terror por elegir, por ser. Y eso me hastiaba y me fascinaba, al descubrir con qué perversidad logro aprovecharte.

Entierro tu cabeza en los edredones y tu culo se exalta como un templo digno de admiración, sus colores me fascinan, y recorro a someterte; lo que más me fascinaba de conocerte a profundidad era saber cuáles eran tus odios, para conseguir poseerte como ningún otro ser había podido, quería poseer tus convicciones, maldición, hacerte mía.

 Por eso te quería penetrar el culo, porque nadie lo había tenido; debo confesar que sin ti, no hubiese podido gozar de muchas lecturas, porque tú me hiciste descubrir qué tan perverso puedo llegar a ser.

 Rozaba tu sexo, movía mi pene en forma de "V", quería palparte con caricias mi nombre. Besaba tu piel con una delicadeza que no  conseguía más que desesperarte y desear mi violencia, ese elixir del que te has hecho adicta. Y mientras mis labios se detenían en cada rinconcito de tu espalda: tu sexo goteaba, goteaba delirios.

Me elevé y mi sexo seducía con franquear tu culo, y te di la orden de pedirme que entrara. No decías nada, porque no querías, pero si lo hacía te iba a importar muy poco; entonces, lo comprendí con amargura, no se lo habías permitido a nadie porque nadie había tenido la suficiente fuerza. O tal vez sí, tal vez lo hiciste y mentiste, pero eso que importa ¿Quién llama fuerza a la orden que se la da a un débil esclavo? eso no es fuerza, cariño, la fuerza no está en el abuso, la fuerza está en la resistencia.

Coloco mi pie sobre tu cabeza, te exijo y te niegas, qué tonto soy, ese es tu juego, ser sencillamente nada; pero mi crueldad no se goza de tu sumisión, mi deseo de venganza y de dolor no se satisface, así que te estimulo tanto que suplicas ser penetrada; pero de forma implicita me dejas saber que no por el ano. Recurro entonces a imponer la orden, de que supliques la orden e indiques precisamente en dónde será ejecutada. Y luego de unos chorros que hidrataban de placer tus muslos, lo dices. Empecé tanteando, disfrutando cómo se resistía tu piel; luego, lentamente la mitad de la punta de la lanza se llenaba de dicha, invitando a pasar, y abriendo sutilmente paso, hasta verse todo completamente dentro, y debí reposar inmóvil en tu ardiente y apretada piel; entonces saque muy despacio, hasta la mitad, y devolví con furia y placer la estocada victoriosa.

 Mi cuerpo sentía un éxtasis profundo que no venía de mi cuerpo ni del tuyo. Te ordené dijeses que soy tuyo, deseando que sintieras la pasión de la posesión, esa pasión ajena en cualquier otro hombre con el que te acuestas, pues no exiges nada, pero la posesión indica un dolor muy fuerte que la esclavitud ni siquiera se imagina. 

-Dime que soy tuyo-, y lo hiciste, y casi sin titubear dijiste que también eras mía. En ese momento descubrí que todo esto era una honda venganza, una venganza mía contra ti; no por lo que habías hecho, sino por lo que ibas a ser y seguirás siendo toda tu vida: formar parte de mi corazón sin tener suficientes fuerzas para doblegarte, para rendirte ante mí. Porque uno sólo puede derrotar a quién opone resistencia. Entonces respondí con la más deliciosa venganza que el placer y el dolor me hicieron improvisar -Me encanta cuando me mientes- revelando así lo absurdo que me parecía todo, lo absurdo y a la vez placentero. Una parte de ti gozaba, sin saber porque, como yo, todo este teatro de la hipocresía pura que significa la existencia.

 Sonó el timbre, era tu amiga la del culo precioso que venía por ti. Me mirabas, en parte poseída de placer y en parte esperando mis indicaciones para conocer esas certezas que tanto te fascinan, siempre y cuando no vengan de tu interior. Me detuve y colocando tus piernas formando un triángulo con el piso, y tus manos hacía atrás sujetadas a las mías, te cabalgaba entre embestidas hasta la puerta, era una lenta procesión donde se manifestaba todo mi poder y mi control; dichosas drogas en las que este poeta jamás debió caer, pero de las que no se podrá librar jamás.

 Alcanzamos la puerta y te ordené asomarse en el ojo mágico, y que describieses, mientras te embestía con más fuerza, cada detalle de la situación de tu amiga. Tus gemidos alertaban y tu amiga entraba en un profundo sueño blanco, quizá con miedo, con ese miedo paralítico que sienten los que presumir de coraje, pero se ven inmóviles cuando descubren que el ser más inofensivo, demuestra un poder oculto entre la subestimación y el silencio.

Disfrutaba imaginar su rostro tras la puerta mientras los gemidos se esparcían por debajo hasta el pasillo; permitiéndole enmudecerse, a veces la libertad de expresión se ejerce en el silencio.

Abro la puerta con deliberada violencia, quedando conectados el mundo donde soy dios con el mundo donde soy nadie, y si hubiese vecinos me vería bien ridículo, pero como sólo estaba la culoprecioso, era un Dios conectando universos. La sostuve de la muñeca y la introduje cerrando con el mismo ahínco la puerta. Quedó paralizada, recostada a la puerta como quien presencia un asesinato y descubre de lleno todo el coraje del que carece. Tomo a la flaca y la incorporo frente a su amiga, la penetro, gozo profundamente de ver cómo esta presumida altanera de deliciosa vanidad, se ve reducida a su mínima expresión ante el poder de alguien por quien sólo sentía desdén y desprecio. El sexo sigue, la flaca sigue cediendo al delirio de la obediencia; a lo que decido tomarla del cabello y besarla, luego ordenarle que bese a culoprecioso, y le digo al oído: ella siempre me odió, flaca, me odió porque su sueño era conseguir un poeta; y tú flaca, la pequeña inútil lo conseguiste, tú que carecías de  ese delírium tremens de creerte musa o poetisa; y lo peor es que lo conseguiste sin buscar y sin esforzarte, porque nunca buscas ni te esfuerzas por nada, sólo te dejaste llevar, someter, y por eso culoprecioso te odia.


Beso a culoprecioso, y por ese efímero instante todas las utopías son posibles. 

Sujeto la cintura de la flaca, la coloco sobre los hombros de culo precioso, la dejo caer dulcemente y sus manos tocan el piso. En ese instante toda esta guerra se vuelve una paz absurda, y culo precioso y yo nos encontramos como siempre debimos habernos encontrado, lamiendo los dos el sexo de la flaca y rozando nuestras lenguas con una belleza que supera los limites de la razón; mientras la flaca, de cabeza, recibe mi sexo en su profunda garganta.

Me tumbo en el piso y le doy por completo toda la fuerza de este y todos los instantes. Mi licor entra en ella con un furioso deseo de no salir jamás; le pido que cierre los ojos mientras, sentados en el piso, con mis piernas abrazando las suyas y mi pecho erizándole la nuca a su espalda; le digo que cuando nuestros ojos se abran tendremos que despertar, y ella me dice con ternura que no quiere abrirlos, procedo a cubrir con mis manos sus ojos y nos vamos a la habitación a ciegas, deseando la cama, deseando la cama como quien va a dormir con deseos de no despertar. 









Le pedí que me dijese todo, ya ha sido la fiesta y lo he sabido. Un profundo dolor me invade, ella me dice que debería hacer como hacen todas mis amantes menos ella: negarme a conocer la verdad para que prospere la libertad. Pero no, flaca, no puedo, la verdad está ahí y me duele, me duele hondamente en la piel. Siento un profundo placer de haberte amado, y ese placer no sería placer si ahora esta muerte no fuese inevitable. La muerte tiene el poder de cambiar la vida y sus hechos. 

No flaca, si no puedo abrir los ojos no vale la pena nada, no quiero ser de los tuyos, no quiero ocultar la verdad, oh, musa mía. Es tan placentero morirse cuando uno se muere libre, sabes, dejando atrás tanta belleza, con la esperanza de ese vuelo dulce y peligroso que se llama libertad. Oh, flaca, este vuelo me trajo hasta ti; hasta este amor que por fuerza de pasión, es dolor; y ahora no le queda otra forma de ser a plenitud sino muriendo. Porque esta poesía, poesía mía, poesía sucia, sólo puede subsistir de amor y libertad; de dolor y belleza; de vida y muerte.

Y te quiero, amor, por qué negarlo. Quien iba a imaginarse que aquel poema de Neruda que me hizo llorar en tus hombros al escucharlo recitar por ti, y que en aquel momento pensaba que era la puerta a un amor de paraíso; eran aquellas, realmente, las líneas de un epitafio; de una historia de amor que se moría desde que empezaba a escribirse. Adiós, musa mía, adiós.

viernes, 29 de mayo de 2015

El evangelio según Victor Hugo.

En el comienzo, los primeros seres humanos nacieron de un orgasmo. Desde entonces, todas las personas que se aman, se entregan a la muerte del amor; para poder juntos, juntitos, en un ratito de muerte, experimentar el milagro de todas las vidas. Es decir, no hay muerte capaz de vencer al amor, porque cuando nos amamos, aunque sea un segundo, uno chiquitito, toditos nosotros: somos todos los seres que han muerto. Pero en especial: todos los que han vivido, los que han amado, y los que van a venir al mundo para amarse y morirse de vida.
















































jueves, 28 de mayo de 2015

Pajarito azul.

Pajarito azul, te vi volar esta mañana.
Como te vi ayer, antes de ayer e incluso
Creo que te veía volar desde antes de verte por primera vez.
Pajarito azul, te vi volar esta mañana
¿O te soñé? Pajarito, siempre que vuelas es hermoso
Porque siempre que vuelas es para irte.
Pajarito azul, me encantas porque tienes tres azules.
Uno fuerte, otro triste, y uno misterioso.
Pajarito azul, quería tomarte una foto;
¡Pero oh, mi pajarito azul, no hay nada que capture,
Ni siquiera mi melancólica memoria,
Ese fuegito azul que con tus colores se confunde!

Pajarito Azul, yo quise capturarte.
Sentir el suave plumaje de tu pecho,
Que me mires con tu cara preciosa de genio malhumorado.
Pajarito azul, incluso hice una trampa,
Torpe como mis torpes manos,
Pajarito azul, por favor no leas este párrafo.
Es un parrafo imperfecto,
Que sólo pretende, pajarito,
Capturarte; pero pajarito,
Dime, si no es en tu huida
¿En dónde más esta el fuego de tu arte?

Pajarito azul, te vi esta mañana.
¿Te vi o te soñé?
Pajarito azul, yo ni sé cómo es tu canto.
A veces camino, con pasos azules y tristes,
Perdido en tu recuerdo.
Y despacito, pajarito, despacito...
Coloco abiertos mis cinco poetas en un árbol
¡Oh, pajarito, no hay nadie quien me cuente de tu canto!

jueves, 14 de mayo de 2015

A veces me pongo a imaginarte.

Tenías botas y caminabas, caminabas como si fueses una loca muy feliz, sabes, tenías más encanto que todas las asesinas princesas de la historia. Me mirabas, yo sentado en una silla y mesa de piedra incomoda, en donde escribía; sin lapiz, escribía al verte, escribía estos versos pero no sabía decirlos en aquel momento; pero me mirabas, me mirabas y sonreías, con una sonrisa profunda, tan profunda que me daba la sensación de que te dolía; pero no era más que una mera ilusión, la brisa movía tu cabello como mueve las cosas que no le importan pero que a mí sí, y muchísimo, y en esos hilitos de cabello que cubrían tu rostro, yo me sentía arrancado de alguna parte que no conozco y que no existe; y todo lo que sentía era esa sonrisa, esos ojos entre cerrados, esa loca de la que estoy enamorado; y el mundo tan atroz y cruel se parecía tan poco a esto; y la aburrida paz del tedio se parecía tan poco a esto; y la cruel filosofía se parecía tan poco a esto; y la repugnante relatividad científica se parecia tan poco a esto. Porque esto no era ese vómito colectivo al que llaman amor, esto era, algo diferente y nuestro.

miércoles, 13 de mayo de 2015

El demonio Raga.

Quiero tener un Harén,
Que sea secreto, que se perfecto.
Quiero tener un Harén de libertad,
Donde las mujeres merecedoras vengan
Y se adentren a otra realidad,
Un Harén donde todo lo que hay afuera se quede fuera,
Donde lo que hay dentro, sean abismos y nada más.
En la entrada tendré demonios,
Ellos sostendrán sus ropas, sus prejuicios y sus miedos.

Acepto mujeres casadas, mujeres putas y mujeres vírgenes,
Usted será admitida si tiene la mente abierta y el corazón libre,
Cuando usted entre, su libertad será mía,
Usted se perderá,
En mis letras, en mi voz,
En mis pensamientos y mis gemidos.

En mi Harén no necesitó su cuerpo, ni necesito tocarla.
Usted cerrará sus ojos, sentirá cómo caen mis palabras en sus sueños;
Como unas gotitas frías en el desierto.
Volaremos
Iremos a Egipto, seremos Reyes, seremos ángeles, y demonios.
Imaginaremos, sentiremos, a un paraíso nos fugaremos.

Usted puede tener cualquier aventura fuera de mi Harén, es libre,
Lo repito porque es necesario: es libre.

Pero en mi Harén, usted es mía, usted es paz, usted descansa de la rebeldía.
Mi harén es un libro vivo, usted puede viajar, cuando lo necesite.
Hay una condición, si usted forma parte del Harén, va a guardar el secreto,
Se lo llevará a la tumba de ser necesario.
Sólo los miembros se conoceran.

Usted necesita cerrar los ojos, contarme su ser, confesar sus profundos misterios.
Sus dolores, sus quejas, sus frustraciones.
Luego de eso, formara parte de mi Harén:

Nos lameremos en vez de besarnos,
Sacaremos el instinto animal.
Seremos perversos,
Seremos los demonios libres que ha sometido la sociedad.
Mis manos viajaran a donde estés,
Me invocarás en el sabor de tu boca,
Habrá un rincón de tu mente sólo para mí,
Libre de tiempo y de espacio, y desde que seas parte de mi Harén...
No tendrás excusa para no ser feliz, porque llevarás
En lo más profundo de tu subconsciente, un paraíso
Lleno de todos los placeres que mereces y que te han negado los dioses.

domingo, 10 de mayo de 2015

Mi regalo del día de las madres.

No le regalé nada de día de las madres a mi madre, no porque no tenía ni un dolar, cosa natural por el hecho de que trabajo por techo y comida, la verdad, con plata o no, me hubiese dado un enorme fastidio ir a comprarle algo. Es la historia de mi vida, todos mis seres queridos cada año me llenan de reproches por no obsequiar nada en fechas comercialmente religiosas. Inclusive mi padre me amenazaba cada año si no le daba nada, así es el amor: si fuese natural se viese mucho menos y se sintiese mucho más. Una vez tenía tanta flojera de ir a comprarle algo a mi novia de aquel entonces, que me hice el enojado con ella para no salir de casa, podría decir en mi defensa, que estaba leyendo (porque a ustedes les gusta que uno hable de la literatura como algo sagrado, pero no lo es, sencillamente es placentero) ; pero sólo no sentía el deseos de hacerlo; a fin de cuentas, follo como un dios, quienes follamos como dioses sentimos que no le debemos ningún tipo de culto al mundo. Esa novia se vengó en mi cumpleaños sin darme nada, y lo que más le molestó a ella, es que me importó poco o nada, realmente tengo el lindo hábito de pasar tan triste mis cumpleaños que no me queda tiempo de pensar en los otros. Me suelo sentir triste porque el resto del año las personas no me quieren ni la mitad de lo que dicen quererme ese día. Cuando leo estás líneas me siento sumamente infantil, honestamente, a pesar de que sólo leo cosas profundas y complejas, me gusta escribir por diversión, no tengo nada de ingenio al hacerlo, es pura intuición y a veces hasta hábito, incluso leo y escribo en las mañanas con el libro en una mano y la otra, sosteniendo mi pene para orinar medianamente bien. Hay quienes recomiendan que me siente para orinar, que es más cómodo y que de todas formas las puertas están cerradas, pero si hiciese eso, ya no tendría está divertida anécdota que contar, y pertenezco a ese grupo de escritores muy reducido, que hacen cualquier cosas para crearse una leyenda; inclusive decir chistes que muchísimas veces me cuestan amistades. Soy un escritor infantil porque para mí, el acto de escribir es, revivir las infancias (Sí, en plural, porque somos diversos, y el mismo recuerdo puede tener el poder de multiplicarse en la memoria y verse desde muchas formas, y cada forma merece su propio espacio en la memoria; aunque se contradigan, porque contradecirse es enriquecerse), siento lo mismo haciendo estás líneas que cuando era pequeño y jugaba con mis muñecos a crear historias, y llegaba siempre un intruso y su mera presencia me arruinaba el placer de ser; intenté suplantar este placer en los deportes, pero me ocurría una constante que a diario suele predominar en mi vida: fantasear o imaginar, se siente mucho mejor que vivir. Hoy temprano alguien me dijo que la literatura es vida, es falso, la vida es una mediocridad sumamente vulgar y la literatura intenta repararla. Detesto a quienes escriben contando historias que no son más que historias, son letra muerta, no tienen pasión porque no son profundos y confunden el placer de cagar con el placer de crear. Lo cierto es que, aprovechando que en estás infantiles divagaciones, que dejaré aquí solamente para que se den cuenta qué tan aleatoria e incoherente es mi mente cuando escribe, regresé a la infancia y por lo tanto a mi madre, de mi madre tengo pocos recuerdos precisos de la infancia, ella es inmensa en mi infancia, como un profundo mar lleno de presencias incesantes. Hoy pude escribirle un poema como en su cumpleaños, poema que ella no ha leído aún y tal vez jamás lea, se llama 《Mi mejor poema: no diré tu nombre》pueden buscarlo en mi blog, no es el mejor porque lo comparé con otros, amo demasiado a mis poemas como para ponderarlos o definirlos, es el mejor porque es íntimo, dirigido a ella, y jamás se lo daré, además de eso, carece de todo valor literario. Mi regalo de hoy no fue un texto, porque no me provocó escribirle nada, confieso que este oficio de la literatura me lo cuestiono a diario ¿De verdad hay que escribir? ¿Para qué? ¿Por qué hacer literatura en un mundo donde leer cada vez vale menos? Lo cierto es que no encuentro respuesta, tal vez escribo como el pájaro, que canta sin saber que canta, escribo porque cuando lo hago no me doy cuenta, sólo lo hago. Pero hoy no quise escribir, hoy quise ir y darle un abrazo, respirar su olor a mugre y amor, profundamente, hasta irme corriendo a mi habitación porque me empezaban a temblar las piernas, y ponerme a llorar, porque lo único que necesito de ese ser a quien, aparte del hábito, no siento más que un profundo e irracional sentimiento, y es un ser al cuál no le pido más que esas pequeñas cosas, que se deje existir, que me deje olerla, escucharla eructar, hacer incómodos chistes acerca de su vida sexual o flatulencias, lo único que le pido es que se deje existir, y me deje estar ahí para abrazarlar y olerla, y a pesar de que lo que quiero de ella es tan insignificante, y lo que le exijo para que me haga feliz es tan poco, no podré tenerla para siempre, ni siquiera sé si para mucho, lo único que tengo es este olor en mi nariz tan efímero y profundo como la vida misma; y por eso debo dar tantos rodeos para explicarle que la quiero porque no hay porqué que lo justifique.

-Este texto carece de valor literario, debe leerse con la única finalidad de que el amable lector, vea en él si lo desea, ya sea por morbo o gentil curiosidad, cómo trabaja la mente del autor, que es pura divagación. No he corregido nada, quizá sea como los textos surrealistas, sin valor literario alguno pero que dan una agradable sensación de vértigo.-

Victor Hugo Raga, Mayo 2015, Nokesville VA.