domingo, 10 de mayo de 2015

Mi regalo del día de las madres.

No le regalé nada de día de las madres a mi madre, no porque no tenía ni un dolar, cosa natural por el hecho de que trabajo por techo y comida, la verdad, con plata o no, me hubiese dado un enorme fastidio ir a comprarle algo. Es la historia de mi vida, todos mis seres queridos cada año me llenan de reproches por no obsequiar nada en fechas comercialmente religiosas. Inclusive mi padre me amenazaba cada año si no le daba nada, así es el amor: si fuese natural se viese mucho menos y se sintiese mucho más. Una vez tenía tanta flojera de ir a comprarle algo a mi novia de aquel entonces, que me hice el enojado con ella para no salir de casa, podría decir en mi defensa, que estaba leyendo (porque a ustedes les gusta que uno hable de la literatura como algo sagrado, pero no lo es, sencillamente es placentero) ; pero sólo no sentía el deseos de hacerlo; a fin de cuentas, follo como un dios, quienes follamos como dioses sentimos que no le debemos ningún tipo de culto al mundo. Esa novia se vengó en mi cumpleaños sin darme nada, y lo que más le molestó a ella, es que me importó poco o nada, realmente tengo el lindo hábito de pasar tan triste mis cumpleaños que no me queda tiempo de pensar en los otros. Me suelo sentir triste porque el resto del año las personas no me quieren ni la mitad de lo que dicen quererme ese día. Cuando leo estás líneas me siento sumamente infantil, honestamente, a pesar de que sólo leo cosas profundas y complejas, me gusta escribir por diversión, no tengo nada de ingenio al hacerlo, es pura intuición y a veces hasta hábito, incluso leo y escribo en las mañanas con el libro en una mano y la otra, sosteniendo mi pene para orinar medianamente bien. Hay quienes recomiendan que me siente para orinar, que es más cómodo y que de todas formas las puertas están cerradas, pero si hiciese eso, ya no tendría está divertida anécdota que contar, y pertenezco a ese grupo de escritores muy reducido, que hacen cualquier cosas para crearse una leyenda; inclusive decir chistes que muchísimas veces me cuestan amistades. Soy un escritor infantil porque para mí, el acto de escribir es, revivir las infancias (Sí, en plural, porque somos diversos, y el mismo recuerdo puede tener el poder de multiplicarse en la memoria y verse desde muchas formas, y cada forma merece su propio espacio en la memoria; aunque se contradigan, porque contradecirse es enriquecerse), siento lo mismo haciendo estás líneas que cuando era pequeño y jugaba con mis muñecos a crear historias, y llegaba siempre un intruso y su mera presencia me arruinaba el placer de ser; intenté suplantar este placer en los deportes, pero me ocurría una constante que a diario suele predominar en mi vida: fantasear o imaginar, se siente mucho mejor que vivir. Hoy temprano alguien me dijo que la literatura es vida, es falso, la vida es una mediocridad sumamente vulgar y la literatura intenta repararla. Detesto a quienes escriben contando historias que no son más que historias, son letra muerta, no tienen pasión porque no son profundos y confunden el placer de cagar con el placer de crear. Lo cierto es que, aprovechando que en estás infantiles divagaciones, que dejaré aquí solamente para que se den cuenta qué tan aleatoria e incoherente es mi mente cuando escribe, regresé a la infancia y por lo tanto a mi madre, de mi madre tengo pocos recuerdos precisos de la infancia, ella es inmensa en mi infancia, como un profundo mar lleno de presencias incesantes. Hoy pude escribirle un poema como en su cumpleaños, poema que ella no ha leído aún y tal vez jamás lea, se llama 《Mi mejor poema: no diré tu nombre》pueden buscarlo en mi blog, no es el mejor porque lo comparé con otros, amo demasiado a mis poemas como para ponderarlos o definirlos, es el mejor porque es íntimo, dirigido a ella, y jamás se lo daré, además de eso, carece de todo valor literario. Mi regalo de hoy no fue un texto, porque no me provocó escribirle nada, confieso que este oficio de la literatura me lo cuestiono a diario ¿De verdad hay que escribir? ¿Para qué? ¿Por qué hacer literatura en un mundo donde leer cada vez vale menos? Lo cierto es que no encuentro respuesta, tal vez escribo como el pájaro, que canta sin saber que canta, escribo porque cuando lo hago no me doy cuenta, sólo lo hago. Pero hoy no quise escribir, hoy quise ir y darle un abrazo, respirar su olor a mugre y amor, profundamente, hasta irme corriendo a mi habitación porque me empezaban a temblar las piernas, y ponerme a llorar, porque lo único que necesito de ese ser a quien, aparte del hábito, no siento más que un profundo e irracional sentimiento, y es un ser al cuál no le pido más que esas pequeñas cosas, que se deje existir, que me deje olerla, escucharla eructar, hacer incómodos chistes acerca de su vida sexual o flatulencias, lo único que le pido es que se deje existir, y me deje estar ahí para abrazarlar y olerla, y a pesar de que lo que quiero de ella es tan insignificante, y lo que le exijo para que me haga feliz es tan poco, no podré tenerla para siempre, ni siquiera sé si para mucho, lo único que tengo es este olor en mi nariz tan efímero y profundo como la vida misma; y por eso debo dar tantos rodeos para explicarle que la quiero porque no hay porqué que lo justifique.

-Este texto carece de valor literario, debe leerse con la única finalidad de que el amable lector, vea en él si lo desea, ya sea por morbo o gentil curiosidad, cómo trabaja la mente del autor, que es pura divagación. No he corregido nada, quizá sea como los textos surrealistas, sin valor literario alguno pero que dan una agradable sensación de vértigo.-

Victor Hugo Raga, Mayo 2015, Nokesville VA.

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