martes, 8 de marzo de 2016

El día internacional de mi mujer.

Todos existe y todo es posible justo ahora, esa forma en la que tu suave cintura se deja tomar por mis manos venosas y musculosas, esos puños que tanto has deseado que te golpeen, y besarlos, y acariciarlos y agradecerles la dicha de permitirte ser la mujer de un ser con tanto poder, tantos deseos por ti, tanta salvaje delicia.

Estoy acostado en la cama y mis enormes muslos se abren como una mariposa, es asombroso cómo un hombre tan joven, de rostro tan inocente, puede general esa enorme capacidad de ser deseado que te consume, que te hace odiarlo; odiarlo porque por más que lo intentes es inútil, siempre aparece una puta tras otra, todas haciéndote sentir un poco estúpida, por caer en una trampa, aunque al comparar tu vida fuera de esa profunda trampa de placer, ese odio sin dejar de ser odio pasa a ser la fuente de tus más perturbadores deseos.

Raga, Raga. Pronuncias mi nombre con una espeluznante forma de arrastrar la erre; que es como pensar en ser violado o en violar, y al mismo tiempo, abrir la boca frente al ventilador y sentir el aire cortando tu voz, y amenazando con cortar tu existencia. Esa alarmante y suicida curiosidad de una niña, esa necesidad de ser castigada y recibir el consuelo de los castigos por crímenes que no cometiste y que por eso producen tanto goce. Porque no es igual de delicioso imaginar ser una malparida que realmente serlo.

Mi pene se eleva, y en tu mente se evoca la imagen de ese cielo blanco apunto de nevar, sólo interrumpido por los enormes pinos desnudos que parecían las venas negras del cielo, las venas de mi enorme pene.

Afincas tus dedos en mi pene, sosteniéndolo como si de eso se tratara el mundo, y en ese enorme sabor al que jamás te terminas de acostumbrar pero al que siempre, en especial en sueños, sabes reconocer; encuentras la dicha, la incineración de tus conceptos, la feliz desgracia de haber sido amada tantas veces y de tantas diferentes formas por un mismo hombre, por un mismo niño, cuyo placer crea un abismo entre el fastidio de tu madre, los deberes cotidianos, la hipocresía en la oficina. Y todo eso está tan allá, y tú tan aquí. Deberías decirle a tus amigos que escriben cuentos eroticos, que puedo hacerles un taller acerca de cómo dejarlos en ridículo por su incapacidad de excitarte como yo lo hago.

Y es que siempre vas a pertenecerme, siempre será mío tu pensamiento; tendrías que destruir tu mente si quisieras libertate de estas delicias que se meten en tus hábitos más hondos, y que jamás dejan de sorprenderte. Y mi pene entra, te sacude, eres mía, eres mi perra, eres ese poema al que uno no puede terminar de leer sin masturbarse ¿Qué haces leyendo esto? Búscame ya, búscame como siempre, derramate de rodillas ante el placer que sólo tu dueño te puede dar.

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