martes, 31 de mayo de 2016

La juventud.

Te quería contar algo, una escena bien curiosa que aconteció. Estaba a punto de empezar a jugar con Kike, y de casualidad me vi reflejado en su espejo, y lo que tomó lugar no tiene nombre, pero intentaré describirlo para ti, fue muy intenso.

Me observaba, y me veía tan hermoso, no lo digo vanidosamente, no es como decir: oh, sí, eso soy yo y qué bello soy. Eso no es hermoso, es estúpido. Quiero decir que por un instante me descubrí como si fuera la primera vez, me observaba sin ser yo quien me observara, era tan hermoso. No me veía como un niño, ni como un hombre, simplemente me veía como esa criatura que sólo podía ser eso, sólo podía ser eso en ese instante.

Mi cabello estaba mojado, mis rizos preciosos, negros, brillantes, definidos. Se me eriza la piel de recordarlo. Mi dedo se metía en mis rizos y los enroscaba una y otra vez, qué éxtasis era tocarme, qué dicha sentir ese suave cabello entre mis dedos que se sembraba, como un beso, por la sensibilidad de mi cuero cabelludo.

Mi barba estaba recién podada, sin forma, simplemente un desorden uniforme, y mi mentón era tan hermoso, y la sombra oscura de mis lentes le daban un contraste incontenible a todo mi rostro. Me daba cosquillas en el abdomen ver esa belleza, esa belleza que no es mía, esa belleza que es belleza, y por eso me encanta, y no me la tomo personal, sino que me la gozo, como se gozan todas las cosas irrepetibles e inenarrables.

Mis labios eran hermosos y gordos y rosados, y me observé observándome y me sorprendí de sorprenderme y fue hermoso ¿no es hermoso tener la capacidad de sonrojarme y sentirme timido con mi propio reflejo? Mi sonrisa se abría como un sobre blanco y limpio y de olor delicioso, mis dientes brillaban con el olor de un libro nuevo, y esa sonrisa era tan tímida que se veía tierna y a la vez muy tonta

La juventud ¿realmente la comprendemos? ¿realmente la sentimos? una vez una compañera me dijo que ella vivía intensamente, que su lema era vivir intensamente y morir joven. Qué mujer más soberanamente estúpida. Toda su vida era hacerse daño por la opresión que sentía ante sus padres. Decía que no le importaba lo que el mundo pensara pero cuánto le importaba dejarle claro a todo el mundo eso. Creía que era joven sólo porque se drogaba, porque tenía miedo, porque huía de sus problemas con libros y drogas y había desarrollado una fobia al dolor que la hacía irremediablemente infantil.

La juventud es otra cosa, la juventud es más que eso. La juventud no es la edad, es la capacidad de sentir. Qué importa si eres anciano, cuando tu mente es siempre nueva. Cuando no te acostumbras a las cosas, cuando puedes verte al espejo y sonrojarte como si jamás lo hubieses visto. Pero no, la juventud no es una filosofía inventada por Raga, un idea tonta que se le ocurre a la inquieta imaginación de ese niño soñador, la juventud está ahí, y te sorprende, te abraza, te besa, siempre y cuando no tengas tu mente ocupada en otra cosa.

Oh, esos que dicen llamarse jóvenes sólo porque tienen miedo del tiempo que vendrá. No saben gozar de un niño (no sólo de los niños nuestros, sino de todos los niños que aún sus padres no vuelven monstruos, no los vuelven idénticos a ellos), de una flor (hablo de realmente gozarla, no de tomarle una foto para que medio mundo sepa cuánto las gozas), de tantas cosas que uno no busca, que uno no inventa, de tantas cosas que están ahí y tú simplemente te sueltas y ellas empiezan a aparecer incesantemente sin que las desees; no aparecen cuando las buscas, aparecen cuando no buscas nada, cuando no te ocupas con nada, cuando eres nuevo y libre, esa es la juventud, la frescura de sentir sin anhelar.

Oh, y cuánto nos importa poseer ¿no es así? y pensar que parece que nos amaramos todo el tiempo hasta que tratáramos de hacerlo, de poseer el amor, de entregarlo, de esforzarnos para convertirnos en un dador o dadora de amor. No, eso no pasa así, cuando hay amor, no hay amantes, cuando hay amor, sólo hay una entrega sin fin, una entrega que se justifica a sí misma. Y no termina ni comienza nunca, y eso es tan maravilloso, y tan imposible de escribir, porque las palabras que tratan de dar amor, sólo dan su sombra, su ceniza, y por eso es tan bello amarse. Amar es ser joven, todo lo demás, es envejecer.

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