viernes, 10 de junio de 2016

Déjame arderte.

Necesito tu piel, ven. Déjame penetrarte con mis dedos. Es cierto, no puedes darme todo, no puedes llenarme, eres tan poco. Pero puedes mojarme, puedes besar mi hambre. Siente mis dedos mojarse en ti, siente el alba, siente el arma y siente la sangre. Y mis dedos mojados de ti ahora van a mi boca, y ese es el sabor que tienes cuando realmente vales, cuando eres mía.

Acaricia mis enormes hombros, siente tus dedos moverse como una sombra en la brisa a través de mi suculento cuello. Tuyo, tuyo, dilo de nuevo, tuyo; no te canses de decirlo porque yo no me canso de escucharlo. Siente como me entierro en ti y no puedes controlar que tus ojos se cierren. Tuyo, perra, soy tuyo. Es cierto, eres una perra, y voy a besar tus cicatrices.

No digas que eres mía, eres una perra, detente, no me beses. Maldita, maldita seas, no beses mis lágrimas.

¿Por qué te acuestas con él? ¿es la necesidad de estar con imbéciles, con seres de tu especie?

Detente, no te metas mi pene a la boca, zorra, no lo mereces.

Estos gemidos no son tuyos, no los mereces, perra, ni uno solo. Este nombre que sale de mis labios es el tuyo, pero no lo mereces, no lo mereces y lo sabes y por eso lo has robado, perra.

Nadie te conoce como yo, conozco esa parte de ti, ese punto máximo, eso que te hace valer, eso que te hace ser mía.

Oh, tanta memoria, tanta maldita memoria que me hace odiarte.

Y mi semen recorre todo el camino que se extiende hasta dentro de tus jugosos labios.

No puedes, no puedes hacerme feliz, sólo puedes dejar que mi rabia se escape. Eres mi perra, mía, te uso, me despojo de mi odio mediante tu cuerpo, tu irresoluble cuerpo. No dejo de desearte, te odio y no dejo de desearte, sólo puedo penetrarte, demostrarte lo que te pierdes cada instante que no estás. No, no vales nada, si alguna vez hubieras tenido valor jamás te hubiese amado. Si no te hubiese amado jamás te hubiese odiado, y deseado tanto.


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