jueves, 28 de diciembre de 2017

El sueño de los oprimidos.

Te asombrarías al pensar en los lugares en donde un ser humano puede encontrarse un hogar. Un hogar es ese sitio en donde siempre te quieren ver volver. Y fue entonces como Tania había curado su orfandad con los convictos del penal. Cualquiera se vería tentado a pensar que iban a abusar de ella, y maltratarla, y luego matarla. Pero para ser un críminal despiadado hay que ser libre, y aquí estos hombres estaban más sensibles a la presencia femenina debido a la escacez de esta. Cuántas veces uno deja pasar a una mujer cuando tiene opciones, ah, pero aquí, aquí uno se da cuenta que el mayor embellecedor es la ausencia, solían decir, no con palabras sino con acciones, los presos.

La prisión es la carencia y Tania era aquí una reina, a pesar de que su carencia era lo que la llenaba de toda adoración. Su carencia de pene, de masculinidad. Usaba el cabello corto, y todos los reos la instaban a dejárselo crecer, a acentuar las diferencias con lo masculino. Sus senos eran casi imperceptibles, y qué se la va a hacer, decían los más sobrios, por lo menos así nadie se obsesiona, porque sino imagínate, se prende esta mierda y hacemos una guerra, mejor así, que parezca una niña a la que todos cuidamos antes de que parezca una mujer a la que todos necesitamos.

Como ley de justicia todos se compartían a Tania por porciones iguales, era la única forma, porque si le tocaba más o menos a alguno por sus condiciones físicas, entonces eso sí que crearía un colapso. Al imponer equidad prevenían el destructivo enamoramiento, porque para enamorarse hay que primero creerse especial. Y en ningún lugar es tan peligroso el enamoramiento como entre críminales.

Fuera de la cárcel una mujer compartida empobrece su valor, porque para compartir a una mujer hay que primero reconocer tu debilidad, tu sentido de inferioridad o tu impotencia. La impotencia sí existe, es la condición humana, pero una cosa muy distinta es que algo exista a que algo te lo creas. Y una historia de amor solo ocurre cuando el hombre deja de creer en su condición humana. Cuando dos o más hombres comparten una mujer, sentimos que ellos reconocen su inferioridad ante ella.

Y tal vez dentro de esta cárcel sea igual que afuera, pero es una hermandad involuntaria, un reconocer que el placer, como el alimento, es de todos y es poco, y por lo tanto lo tenemos que cuidar. Somos reos, si la espantamos nos quedamos sin nada, así que vamos a cuidarla, vamos a dejar que sea el centro de nuestro universo.

200 hombres, 200 maridos, toda una familia enorme alrededor de la abeja reina.

Tania quedó embarazada y nadie tenía idea de quién podría ser su padre, el nombre del hijo era aún un enigma, muchos optaron por reconocerlo como Junior, el hijo de todos.

Lo cierto es que el parto se complicó, y Tania y Junior cumplieron su sentencia aquí en la tierra.

Los presos acrecentaron la ausencia, el dolor y la escacez, y crearon toda una secta en nombre de nuestra señora Tania, la que ampara a los privados de libertad, a los de las manos llenas de sangre cuyo todo fruto es  porque es forzado.

Tania, la patrona de las esperanzas que fecunda sueños que nunca llegarán a ser, sueños muertos, cuyos recuerdos, nos invitan a soñar mucho más.

Tania, aquella mujer que una de nuestras semillas dio lugar a su muerte, aquella culpa que todos compartimos al ignorar el verdaderos responsable. Nuestra verdadera pena, nuestra verdadera redención. La madre de ese hijo que nunca podremos conocer. Esa duda, a la que nos resistimos, la que nos come, la que nos acaba por dentro y nos convierte en el hazme reír de todos estos barrotes que son la vida.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Princesa encantada

Llegaste,
caíste sobre la noche
transformándola, dándole un nuevo sentido.

Veía todo a mi alrededor,
la gente,
la hipocresía,
pensaba en mis libros,
en esa frase de Byron
《Salgo sólo para renovar mis deseos de estar en casa.》

Todo tan articial, tan forzado, tan ya me quiero ir.

Y cuando estaba por inventar una excusa para largarme, te vi llegar.

Y las mesas ya no eran absurdas,
la gente ya no era objeto de mis impaciencias,
la vida ya no era interrumpida, sino que era un camino que me llevaba hasta ti.

Te vi, y lo supe, supe la certeza.

Estabas ahí para mí. Una mujer como tú, nació para un hombre como yo, con el poder de hacer inmortal tu belleza al filo de mi sensibilidad y mi literatura.

Al final de la noche te lleve a casa, te hice mía, como nunca nadie antes.

Tranquila, cariño, no eres fácil, fue mi culpa. Te entregaste desde el primer instante, porque yo no hice otra cosa desde que te conocí, que demostrarte que para mí habías nacido.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Charles Dickens, Una historia de dos ciudades

Ambientada en medio de la revolución francesa, la obra de Dickens se muestra como un trabajo literario con la intención de comprender un fenómeno tan complejo como lo es la revolución.

Porque una revolución no es una idea hermosa con la que discutes con amigos en un café, la verdadera revolución ocurre debido a un régimen injusto que oprime a un pueblo, y ese pueblo se va a las armas, y en el caso de la revolución francesa, crean una de las pesadillas más aterradoras que ha ocurrido en la historia humana. Muertes, sangre, injusticia, un régimen del terror en donde cualquier podía ser juzgado sin tener demasiadas pruebas en su contra. Espías, chismes, un pueblo y una masa movida por el odio, el resentimiento, la sed de venganza y el prejuicio.

Hay escenas conmovedoras, como la de un doctor que pasó preso injustamente muchos años, hasta el punto en donde había olvidado cómo hablar, y quién era; su nombre era el número de su celda y lo único que sabía hacer era zapatos, oficio que aprendió estando preso, pero es salvado por su hija, a quien dejó siendo una bebé, y con su ternura, amor e inocencia, le devuelve un soplo de vida. Sin embargo, los daños pesan más que los años, y cuando esta se casa, y el siente que la pierde, vuelve a su hábito de hacer zapatos, producto de la desesperación, a pesar de ya tener mucho tiempo ejerciciendo de doctor nuevamente. Evidenvidenciando así la inquietud de Dickens acerca del confinamiento solitario como tortura para el alma humana.

La perspectiva de Dickens es una en donde el individuo y su privacidad está por encima de la masa y su odio irracional, su fanatismo, su ignorancia. Esto basado en que, durante esta época, todos eran espías, nadie podía confiar en nadie, y si alguien te delataba como una posible amenaza a la patria naciente, ibas muerto, a la guillotina, como le ocurrió a cientos de personas juzgadas sin justicia.

Lucy, el personaje femenino, precioso y tal vez idealizado, como son todos los personajes femeninos protagonistas de Dickens, es pretendida por tres hombres, un gordo viudo adinerado que jamás ha hablado con ella, y la quiere comprar con su poder, pero es convencido por el bancario (personaje importante y divertido durante toda la novela, it is bussiness, just bussiness.) de desistir porque le advierte será rechazado; luego tenemos a Sydney, que es un muchacho que deperdició su vida en vicios y jamás aprovechó su potencial, el cuál le confieza su amor a Lucy aún sabiendo que no la merecía, y se desaparece de su vida, y esa confesión queda como secreto entre ambos; y por último, Charles, quien sería finalmente su esposo, un joven idealista, honrado y correcto, que era sobrino de un marqués cruel pero con el cuál jamás se había llevado bien y por ende, rechazaba su título, y creía de forma romántica en la revolución, él rechazaba su nobleza y su fortuna heredada por su linaje, y no usaba su apellido de noble sino el de su madre.

Un día recibe una carta, de un antiguo sirviente que es apresado, y tiene la intención de ir a rescatarlo (lo cuál me resulta conmovedor, porque quién que sea exiliado no sueña con volver a su país y ser un héroe) pero es apresado. Luego todos viajan a esa Francía llena de peligros que ignoran pero que luego no podrían evitar, y tratan de salvarlo.

El Doctor como antiguo prisionero de la monarquía es visto como un héroe, y usa sus influencias para sacarlo, pero la protagonista malvada, Madame Defarge, una mujer movida por el odio y el resentimiento, busca maneras de volver a encarcelarlo y de neutralizar al Doctor para que no pueda rescatarlo.

Pero aparece el héroe inesperado.

Sydney viaja hasta Francia, y por amor a Lucy, cambia lugares con su esposo, convirtiéndose en uno de los actos más bellos de sacrificio por amor que jamás se haya registrado en la literatura, inmortalizándose en la memoria y las lágrimas de los hombres.

Otra heroína es Miss Pross, quien por un presentimiento, deja que ellos se vayan primero de regreso a Londón, y al terminar quedándose, se enfrenta con la villana de la historia, que venía con un arma para matarlos a todos, y se encuentra con Miss Pross.

Y luchan, y luego se escucha un disparo, y hay un silencio, y no sabemos quién ha muerto.

La villana cae al piso, pero el silencio no termina, la sirvienta ha quedado sorda, y se quedará así por el resto de su vida.

Es una de las mejores historias que he leído, y la recomiendo, su riqueza literaria es única.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Paraparal, Capítulo uno.

Alguna vez estas calles fueron una laguna sin nombre, y sin nadie quien la nombrase o contemplara su esplendor. Con el paso de los años la laguna se secó, y personas que venían al centro del país buscando una mejor vida, buscando un misterio paradisíaco más allá de la interminable monotonía rural, empezaron a poblar estas tierras urbanas que empezaban a crecer junto al comercio del petróleo y al hambre salvaje de gastar y enriquecer.

Pero mi familia no llegó por ambición, llegó porque mi abuelo Ángel, conocido por el mundo como el Musiú, por su tez blanca y por su barba roja que jamás dejaba crecer; sin embargo, dentro del hogar, se le conocía en secreto como El Viejo, por su crueldad y su maltrato ante todos los hijos, maltrato que abriría la puerta a un sin fin de aventuras secretas entre mi madre y mis tíos de las que sólo pueden ocurrir bajo el maltrato opresivo de una dictadura doméstica.

Empecemos a evocar personajes diciendo que la madre de mi abuela era una india del campo, Valle de la Pascua, para ser más exactos. Con más hijo de los que puedo recordar, y con tantos padres como hijos. Ella trabajaba limpiando casas como críada para una familia de acaudalados que vivían en Caracas pero tenían su casita en el campo. Y, luego de miradas, susurros y sonrisas, terminó cediendo sin demasiado esfuerzo -más allá de unas cuentas palabras de resistencia desconectadas por completo con sus acciones- a las urgencias de amor del hijo de la familia acaudalada.

Tal vez la madre de mi abuela, cuyo nombre es Maita, haya pensado que su vida estaba resuelta, y que sus hijos y ellas encontrarían un refugio, una vida mejor; o tal vez, desde que supo que estaba embarazada se resignó con orgullo, reconoció las consecuencias de sus actos, y sumó una carga más a su esclavizante destino de esa maternidad que era a su vez una maldición.

Lo cierto es que nadie puede saberlo, ustedes elegirán si quieren ver esta parte de mi prehistoria como una historia de amor, o como la historia de una mujer valiente que se enfrenta con uñas y dientes contra la condena de su destino, de su miserable existencia. En mi literatura todo el mundo es libre de creer lo que quiera.

Tal vez ella estaba resignada al rechazo y sólo le contó al padre de mi abuela para que lo supiera; tal vez desesperanzada, tal vez asustada, o tal vez ambas cosas. O sino, puede que haya estado feliz, y buscase compartirla con el hombre que amó con tanta prematura entrega, como si hubiese nacido para ser suya y encontrarlo, como suelen amar las personas desesperadas por encontrar algo que los libere de su destino.

Otros dirán que existe la posibilidad de que ella no más haya sido una puta muy fácil, menos un amor que una satisfacción del instinto animal; a esas personas, les ofrezco dos soluciones, una es incluir esta teoría en alguna de las dos anteriores, y la otra, es descartarla por completo, porque yo la verdad no estoy interesado en especulaciones tan poco placenteras, literariamente hablando.

Pero dejando atrás las teorías y acercándonos un poco más a los hechos, mi abuela le contó a su -suponemos- amado, y este, demostró mucha felicidad y entusiasmo, y le dijo que iría inmediatamente a Caracas a arreglar todas las cosas necesarias para empezar su destino juntos y para siempre. Nunca sabremos si dijo esto en serio o simplemente para decir lo que pensaba ella quería escuchar, pero lo cierto es que nunca más regresó a Valle de la Pascua, algunos creen que hasta tomó el primer barco para su tierra ancestral, España, apenas tocó piso caraqueño.

Me pregunto si Maita regresaría a casa y tocaría su vientre, se sentiría conmovida e ilusonada, suspiraría feliz, por primera vez, sentiría que había nacido para esto, que había pasado por tantas visicitudes como una prueba de Dios o del destino, para luego empezar una vida mejor, una vida de felicidad y amor que disipara de una vez y para siempre las penas acumuladas durante toda su vida y que le habían forjado ese carácter áspero, tácito y sombrío. Una felicidad tan bella y pura como nunca se había atrevido siquiera a soñar, y que ahora no podía sacar de su mente, se expresaba a través de ella en forma de fantasías, de los sueños más infantiles, los que se había dedicado fervientemente a reprimir debido a que la realidad no hacía otra cosa que despreciarle cualquier cosa que pareciese placentera.

Tocaba su vientre; ella nunca había recibido amor, y como suele ser frecuente en personas para quienes durante su vida, y en especial la infancia, se les ha sido privada de ternura, las palabras como un "te amo" simplemente no formaban parte de su vocabulario, siquiera de su concepción del mundo, esas palabras eran, como es siempre en las clases más pobres, una de las cosas que los hombres balbuceaban cuando estaban terminando de hacer el amor, un "gracias por satisfacerme", una mentira vulgar y vacía.

Pero, aunque nunca había conocido el amor como nosotros lo entendemos, ella sentía al igual que nosotros; su cuerpo hablaba más allá de su conocimiento, y pronunció las palabras más tiernas que alguna vez salieron de su boca, y que nadie, ni siquiera nosotros, a decadas de su muerte, pudo escuchar.

"Creo que te llamaré Gladys", dijo, y el corazón se le llenó de una inexplicable e intóxicante felicidad.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Kike y mi defensa siciliana.

Él movió un caballo y por accidente tiró su reina al piso, y en ese entonces vi su rostro, sus largos dedos, sus frondosas cejas, y luego me miro con esos ojos que ven uno para el sur y el otro para el norte.

En ese momento ocurrió, ya no lo vi más a él, vi al niño que fue, que cargué en mis brazos, que me llenaba de su olor de bebé, y cuya saliva era la fragancia más tierna y relajante del mundo.

Luego con dos años, sin saber hablar, ya asomaba en su rostro las facciones de un perro muy malhumorado; yo robando tus postres, tú llorando por todo, como si te irritara la vida y el silencio.

Luego se metieron a robar a casa, y a madre le apuntaron con una pistola, y no había dinero, y luego te apuntaron a ti, y sentí tanto, tanto miedo, mi pequeño niño.

Cuando dormías me encantaba susurrarte promesas al oído, como tratando de himnotizarte:

"Cuando despiertes no vas a ser un niño tan lloron, y me vas a querer mucho y me vas a hacer sentir muy orgulloso de ti, a la cuenta de tres..."

Luego te caíste de la silla, y tu cabeza se llenó de sangre escandalosa, tan escandalosa como tú, y padre soltó el diario de su domingo imperecederamente rutinario, y madre gritaba enojada, y padre te sostuvo en sus fuertes brazos ahora ensangrentados, y tapaba tu herida con una servilleta, y tú sangrabas, sangrabas y llorabas sin cesar.

Él tenía miedo, terror y pánico, papá siempre fue cobarde, pero actuaba, era de esos cobardes que tenía que ser hombre cuando había que ser hombre, y lo admiro por eso, porque de nada sirve ser valiente siempre y acobardarte cuando toca el reto de tu vida.

No sabían que hacer, y yo paralizado, mirando, ellos me ignoraron por completo, y yo mirándote morir, sentía miedo.

Regresaron riendo, felices, que la cabeza es escandalosa, que no era nada grave, que qué miedo, que hay que tener cuidado, etc.

Pero te quedó una cicatriz para siempre en la parte trasera de tu cabeza, y a mí una identica en el rostro de mi corazón.

Desde entonces no quise hacer otra cosa que cuidarte, que protegerte, que defenderte, dedicar mi vida a ser el hermano que pudiera hacer todas las cosas que cuando necesitaste no pudo, porque no sabía, y en esta tierra uno debe saber algo para poder hacerlo.

Y lloro por primera vez en estas líneas todo lo que nunca había llorado, es como si me hubiese perdonado.

Y yo quería que fueras fuerte, era duro contigo, quería que nadie te hiciera daño, sentía que el mundo o por lo menos Venezuela era un lugar demasiado cruel para un ser tan hermoso como tú.

Y luego me di cuenta que se me pasaba la mano, empecé a vivir sin ti y quise sólo disfrutar el tiempo que tenía contigo.

Pero nos separamos, como separados por abismos que crecían con los años; tú en tu mundo de música, yo en el mío de palabras.

Y en el ajedrez de aquella noche navideña sin Venezuela, sin los seres que amamos, nos reencontramos; nos unimos de la única forma en la que dos hombres pueden, y es en la pasión que es más fuerte que la sangre y que la carne.

Ahora me ofreces un intercambio de damas, oh, hermano, yo no intercambio me reina por nada del mundo en la vida real, es mi tesoro más preciado, mucho menos la cambiaré en un tablero de ajedrez, ella está incluida en mis planes y la llevaré hasta el final.

Ahora interrumpes el juego, hablas incesantemente de Beethoven, como sueles hablar de todo lo que te apasiona, y me cuentas que tiene Asperger al igual que tú, y que aspiras ser un genio como él, y yo sé que será así, porque eres de esa extraordinaria raza de seres humanos que edifica sus sueños en disciplina y conocimientos, eres invencible, terco, testarudo. Eres mucho más listo de lo que era yo a tu edad, pero, te falta mucho por crecer y aprender, porque te acabo de dar un jaque-mate.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Poema a una mexicana

Cuando vi tus ojos supe que había encontrado el lugar en donde el águila se posaba en mi nopal, e hice de tu mirada mi bandera.

Mi amor por ti es más inmenso que México antes del tratado de la Alta California.

Conviertes mi pasado en valles y lagunas, y tu eres tan neceseria para mí, como la historia de México lo es para entender a la América latina.

Eres la Nueva España del corazón de este imperio, tu Veracruz me besa el Atlántico y con tu Acapulco me aprietas el Pacífico.

Y este San Luis de Potosí, con su corazón solito, y con esta Zacatecas descubro el oro de tu risa.

Desde el desierto de tu soledad encuentro mis caminos Mayas, cuando me miras con esa mirada Yucateca que se siente parte de nada que no sea sí misma.

No hay muro que evite que mi río de todos los contextos se llene de ti. Eres la primera revolución que toca mi siglo XX, y si me preguntan, diré que soy un leal soldado de Pancho Villa, y si estás en peligro, y si te quieren oprimir, sólo diré que Zapata volverá.

Llenaré tus muros de Diego Rivera y de Orozco, y piernas pa' qué las quiero, si tengo alas para volar.

Te llenaré el abdomen de ese inefable Juan Rulfo que enciende los llanos, Y con Carlos Fuentes beberemos la muerte de Artemio Cruz, para terminar perdidos en un laberinto de la soledad llena de Paz.

Toda la diversidad cabe bajo lo que significa ser mexicano, y palabra de macho, está tierra es mía, yo soy mexicano, nací despreciando la vida y la muerte.

Que mi amor te libre de la United Fruit Company, del canal de Panamá y de esas 13 colonias que llegaron para ser tus 13 plagas y que sólo tu poderosa cultura te salva de ellas. Pero no te me enchiles todavía con este picante poema, que hasta hay mariachis en Alemania.

Mejor pega tu cintura a mi bolero, rozame el Pedro Infante, apriétame el Jorge Negrete, y deja que te llene el aliento de mi Agustin Lara.

Ámame con la dignidad de Maria Félix y las lágrimas de Chavela Vargas.

Te miro, y todo lo que miro es de primera calidad, tus amores perros, la tía Alejandra de Arturo, y los olvidados que no olvidó Buñuel. Y si te quieren entender que llamen a los hijos de Sanchez.

2 de Octubre de 1968, nunca olvidaré, de todo y todos te defenderé.

Besáme con tu México profundo, bésame en lengua zapoteca. Lléname los campos del cuidado del maíz, y que no se nos rompa otro mexicano en los semáforos.

Adelita en el tren, Porfirio que no quiere terminar, pero ámame cómo sólo tú me amas, que para escribir este poema me tengo que comer tus enchiladas.

Yo te cielo, y de la nada me empieza a latir muy fuerte el corazón, y un susurro entre las sombras me dice que eres tú y que soy yo, porque los mexicanos nacemos donde nos da la chingada gana.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Niñas tristes

Hoy visitamos a la madre de Alfredo y amiga de Mamá.
La tarde fue fría como en revancha al caluroso día que arrebató las energías.
La señora María nos recibió a verdor –¡tiene tantas plantas!– y con un café que sonaba a sonatina, pues tomé una cucharadita y dándole vueltas en el pocillo de cerámica, así sonaba, sonaba a sonatina el café con el azúcar, bailando y haciéndose un solo sabor y aroma –quiero que seas mi aroma y mi sabor– entonces la conversación se tornó mas seria pues hasta entonces tocabamos temas de importancia diaria y ánimo, pero ahora fue sobre la importancia de la niñez, es la señora María terapeuta y llena, y fue a impartir alivio a un preescolar y es que en el preescolar reinaba el odio, y entonces es que se comprende como el mundo se descarrila.
El hecho fue que era una tarde y todos niños y niñas de 4-5 años, se hacían juegos y sonidos, se promovía el afecto y los abrazos, pero una niña nada decía o abrazaba y aislada a un rincón del preescolar se quedaba sola, era rechazada a acuerdo general. La señora María lo nota y actúa, y todas las niñas deben abrazar a esa soledad bella –decía ella que la niña era de gran ternura– pero ninguna quería y una pronunció fuertemente “Yo no la abrazo, yo la o d i o” así que la señora María preguntó que ocurría y habló con la maestra y todos abrazaron a la niña que aún brotaba lágrimas por el rechazo de la niña que gritó todo su desprecio, y no comprendía, ella sólo sabía que no era querida. La maestra luego dijo que la niña solita era de recursos lamentables, y por eso la denigraban, causando así el daño que sólo la señora María pudo advertir. Y luego explicaba ella que todo vive y crece a partir de la niñez, que los niños abandonados pasaran factura en la adolescencia, así aislándose y cediendo a la tristeza, pensé entonces en mi propia niñez y en las razones que luego fomentaron mi soledad, pensé en nuestras conversaciones, en tus colores a mi vida, y en preescolar, incluso con tu llegada coloreaste mi preescolar.
Lo cierto es que ya me desvié mucho del tema pero quería contarte esto desde que llegué pues esa niña en el rincón y luego otra de un caso distinto donde los padres peleaban por ella, pues divorciados uno la jalaba y otro la arrebataba, ella era una niña tristísima y tan linda, pero nuevamente tan triste.
Pensaba en lo primordial de esos años, en la importancia de los profesores encargados de esos niños que comienzan y consideré ir a un preescolar para obserbar y ayudar pues en la mayoría de los casos –tristemente– sólo ven sin mirar y si alguien es dejado solo así queda sin averiguar o ayudar y entonces en la adolescencia todo lo demás y como agregado enseñan sin quererlo a los demás niños que luego está bien repetir el patrón y discriminar, hacer daño.
En fin, nuevamente lamento el desvío pero aún pensaba en ello.

-Jeca

sábado, 9 de diciembre de 2017

Retrato de la blancura

Amaneció nevando, y las cortinas casi no podían resistir el resplandor de tanta blancura. No pude más que salir a correr, mi barba se llenaba de nieve, y sentía cosquillas por todo lo blanco, y no había nadie para beber junto a mí mis hermosas sonrisas.

Las ramas de los árboles estaban llenas de blanco, como cenizas de un fuego que hubiese quemado todo el frío, la inmensidad y la soledad de la vida. La soledad no es oscura, es blanca, la oscuridad cálida es la verdadera forma de la compañía.

Todo era neblina, mis lentes no me acompañaban pero no necesitaba la totalidad de mis ojos para gozar del aire mojado y de los copos de nieve estrellándose, sin saberlo, contra mi rostro. Mi aliento era de humo blanco, y ese humo blanco olía a bebé.

Nunca antes había disfrutado tanto de una nevada, debido a que el frío me deprimía, me hacía sentir nostalgia hasta por lo que nunca he vivido, y la nieve me dolía tanto como la vida. Pero este año fue diferente, desde finales de otoño he empezado a correr a diario, y a ducharme cada día con agua muy fría, a acondicionar mi cuerpo, y es ahora en esta primera nevada que me doy cuenta de cuánto bien me ha hecho.

En Venezuela sólo conocí la nieve de niño, en una caricatura llamada Los Caballeros del Zoodiaco, me fascinaban, me hacían jugar que era un caballero, que sacrificaba mi vida por salvar la de mis amigos, que eran mis peluches, porque siempre fui un niño solitario y amargado. Me colocaba frente al aire acondicionado, jugaba que era nieve, y que moría congelado para que mis peluches rescataran a la princesa Atena. Siempre soñaba que moría por los otros, que mi vida cobraba sentido al dar la vida por alguien más, que la muerte haría que todos me amaran a pesar de que en vida nunca me dieron la admiración y reconocimiento que tanto anhelaba.

Luego fui a Mérida, y nunca imaginé que en esa tierra se hallaría la flor más hermosa, la de los andes, mi tierna y bienamada flor andina. Pero lo cierto es que en aquella ocasión, la nieve era dura, sólida, como hielo en un vaso de cerveza en mano de un Maracucho; fantaseaba que estaba en Grecia (para aquel momento confundía Grecias con Siberia), y los enormes cachetes de mi rostro estaban rojos, y ni muriéndome de frío iba a tomarme esa sopa.

Le hablé a mi padre ayer, es asombroso cómo alguien puede tener 5 años sin verte y cuando le marcas no puede hacer otra cosa que no sea criticarte, es un hábito crónico, que te hace recordar porqué te nacen tan pocos deseos de llamarle, lo cierto es que me cuestionó por mi peso, nunca he conocido a una sola mujer a la que le moleste mi peso, ni al estar delgado ni al estar más gordo, a todas les encanta como soy sin importar como esté, pero a mi padre todo le molesta, creo que va a morirse sin entender que yo no soy las expectativas que tiene él.

Pero salí a correr, y me sentí vivo, lo importante de hacer ejercicio es que puedes estar delgado o gordo, pero cada día en el que lo hagas, te vas a sentir bien, te vas a sentir hermoso, y los otros van a sentirte como te sientes, en tu voz, en tu mirada, en tu felicidad contagiosa.

Los copos de nieve caían suavemente, nunca he leído o escuchado palabras o recuerdos que caígan sobre la vida de forma tan hermosa como lo hicieron esos copos durante toda mi carrera, durante toda la mañana, durante el resto de mi vida, que empieza y termina ahora.

viernes, 8 de diciembre de 2017

El último adiós.

No tenemos control sobre la muerte, ya has vencido tres veces el cáncer, y ahora has recaído.

Mientras yo me hallo aquí, a paises de distancia, inclumpliendo otro día más tu sueño de alguna vez volver a verme.

Ya estás en una edad en donde te quejas de todo sin saber muy bien por qué te quejas, la última vez que te llamé hablamos de ti, de tu vida, de lo que te apasiona, y fuiste tan feliz, lo sentí en tu voz, y luego empezaste a quejarte de mí, de que tú estando mal y yo haciéndote hablar con mis preguntas y mi sed de tus historias. Pero hace tiempo que no me duelen tus puñales en la espalda, no es personal, simplemente te quejas casi por inercia de todo lo que pasa, como para hablar, como para necesitar que te escuchen, aunque tengas que hacerte escuchar con quejas que son innecesarias.

Tu recaída tiene mucho de tu estado de ánimo, una vez que tu nieta se fue del país, te sentiste mal, y te sentiste mal como sólo los viejos se pueden sentir: lastimándose con todo, hasta con lo que no tiene que ver con ellos, una tristeza que es un miedo a sentirse solos y a la muerte, un resentimiento de un ser que en el final de su vida es cada vez más niño, más irracional, más no te vayas que sin ti me muero. Y te estás muriendo.

Esa nieta tuya, que nació anticipadamente y fue todo un milagro su existencia, la hija de tu hija, la hija de tu única hija, aquella cuya pereza incomparable motivada por tu necesidad de darle todo lo que no tuviste por huerfana, esa hija que nunca terminó una carrera porque todo le aburría, que engordó a niveles alarmantes y cuya obesidad fue su principal caracteristica durante toda su vida. Esa hija que aprendió a mentir y a robar, y que te juró, dos años después del nacimiento milagroso de tu nieta, que te juró por sus ojos y su vida que ella no te había robado nada, y se puso de rodillas llorando, y dijo que la culpable había sido mi madre, pero ya mi madre y tú la habían desenmascarado antes de afrontarla, y cuando lo supo, como todo narcisista, no siento culpa, sino vergüenza, y luego seguiría contando incondicionalmente contigo, sabiendo mejor que nadie cómo manipularte.

Apenas se fue tu nieta para ese país que queda en la mitad del mundo, en donde los venezolanos son plagas y el rechazo es la ley que nos ampara, caíste en depresión, y recaíste.

Quedará tanto de ti en mí, tantas historias que debo escribir, todas tus pinturas, tus lecciones, la risa fuerte que tienes, mi sangre colombiana, esa risa hermosa, tú tocando el piano y el cuatro y eso que lo aprendiste ya siendo adulta mayor, tu voz cuando cantas el coro que es más gruesa que la de todos los hombres, y tantas, tantas historias que debo escribir sobre ti, porque nací para escribir y nací de tu sangre para que tú estuvieses escrita en mi literatura.

Probablemente seas la primera persona importante para mí que se muere, pero ya perdí un país, ya perdí el pasado, ahora todo lo que queda es perder y perder, y tener nuevas cosas, y escribir, y darte un breve espacio de inmortalidad, en esto que es mi literatura.

No me arrepiento de que debas irte, es el curso que deben tener las cosas, me siento agradecido de haberte conocido. Me duele quedarme sin tus historias, pero te prometo que voy a escribir todas las que me contaste, porque nunca permitiría que alguien que he amado se vaya de mi vida, así, como si no hubiese pasado.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Fer Amaya (O una lágrima cayó en la palma de mi mano)

Mujer del otoño inolvidable
tu mirada vino sin ser invitada
y llenó mi corazón de tu amarillo
de canarío perdido, y del rojo
que arde en tus sueños.

Ahora tus pestañas caen
como hojas por doquier
y tus lágrimas no tienen
de dónde aferrarse
antes de caer.

Mujer del otoño inolvidable,
cuánto calor siento en el cuerpo
calor que me quema
como si fuera ceniza
esperando el soplo implacable
de este invierno que se acerca.

Fuiste una hoja que cayó
tan parecida a todas
y la vez
tan distinta
no podría describir en palabras
la forma en la que caíste
sobre el verde de mi corazón.

Las caídas,
desde que te conocí
antes de conocerte
-en ese sueño-
no hacías más que caer
y es que las hojas que caen
son como el amor:
eterno mientras dura.

Digo eternidad,
y deseo que dure para siempre este poema
este instante
este tú
que soy ahora
que soy contigo

pero mi padre siempre decía,
no tenemos lo que merecemos
sino lo que se negociamos
¿es está la hora de la venganza que cae?
porque te amo.

¿En dónde andarás?
¿Sobre qué estarás dudando?
¿Qué harás allá sin mí para sembrarte de certezas cada duda?
Te me adelantas,
te nos adelantas a ella y a mí,
te adelantas cayendo tan rápido
nunca vi a una estrella fugaz
pasar tan rápido como lo haces ante mí
ni siquiera aquella estrella fugaz
-aquella, tu única estrella-
en la que me pediste
la que me hizo llegar
la que nos hizo nacer.

Sufres, ya no por ti, ya no por los dos juntos, sino por mí.

Pero, mi nena, mi siempre nena,
si yo he de quedarme más tiempo que tú,
no es porque lo quiera,
es porque aún faltan cosas que escribir.

Y hablaré de ti,
y te cantaré,
y te amaré,
y nunca reprimiré
ni el más pequeño de tus recuerdos
que se cuele por mi pensamiento.

Eso te lo juro y lo prometo.

Y si al leer este poema
me preguntan por ti,
diré que eres una mujer bonita
con una enfermedad muy fea,
ah, no, no, mejor seré inefable
como todo lo que en mí tocas
y diré,
y diré,
diré simplemente,
que eres hermosa
y que podría dar toda una conferencia,
acerca de ti.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Esa mirada

José Luis era un muchacho delgado, de esos que parecen tener huesos que comen, que comen y se alimentan de sus músculos y su piel, era, en una palabra, espantosamente feo. Sin embargo, lo admiraba, no podía dejar de mirarlo, y mis ojos no se despegaban de él. Él percibía mi mirada, y se incomodaba, nadie se daba cuenta de que lo estaba mirando, sólo él, y yo no tenía idea de cómo lo hacía debido a que en ningún momento miraba hacia mí.

Simplemente decía en un tono muy alto, como para avergonzarme, sin mirarme: "Ah, no, pues, si quieres te doy una foto... o un almanaque ¿qué prefieres?", y todos se le quedaban mirando como si estuviese loco, con rostros de curiosidad, se preguntaban por qué carajos en medio de una actividad cualquiera, este muchacho daba esos alaridos, que no eran ni conversación ni gritos.

Yo me quedaba callado, nada le decía, pretendía que no era conmigo, y él le respondía a sus amigos en el mismo tono, ese tono que era para humillarme a mí, pero sin mirarme, "No sé, que se me quedan viendo, como que están enamora'os míos".

En aquel entonces yo apenas tenía de 10 a 12 años, Jose Luis tenía 17, y lo que me producía tanta admiración en él era su capacidad de resaltar siempre, era muy rebelde, muy alzado, muy valiente y arrogante. Tenía unos ojos inmensos, un cabello rizado que no se enredaba demasiado, y una escalofriante nariz que contrarrestaba con su extrema delgada contextura.

Su apodo era Jonkiro, y nunca entendí qué significaba ese apodo, sólo que era tan estrafalario como él mismo. Siempre estaba llamando la atención, metiéndose en problemas, saliéndose con la suya, y desafiando a los demás, no respetaba a los mayores, le faltaba el respeto a todo tipo de autoridad, y nos proyectaba una sensación de ser invencible.

Siempre nos miraba con superioridad, como si no fuésemos nada, como si sólo pudiésemos empezar a tener existencia si él nos miraba, era de esas personas para quienes todos a su alrededor son inferiores a él y no te hace sentir ninguna otra cosa que no fuese esa inherente inferioridad.

Además de ser espantoso por naturaleza, se vestía siempre con ropas escandalosas, rozando en la homosexualidad alegre, pero siempre con un porte de delincuente, era como si te estuviese retando a que lo llamaras ridículo para hacerte pedazos.

Él se terminó empatando con Stefanny, la niña de la que yo estaba enamorado en mi primer y único año en el líceo Miguel José Sanz, de la urbanización Girardot; y no sé cómo sería esa relación, pero basado en mis años de experiencia entendiendo el comportamiento de los seres humanos y su desenvolvimiento en la vida de pareja, no me cuesta demasiado imaginarlo como alguien manipulador y narcisista.

Stefanny le tuvo un hijo, tan horroroso como el padre, es una pena, porque ella es bien bonita, pero el hijo salió todito al padre. El otro día la vi en un centro comercial, está pasando por una de esas étapas típicas de las mujeres que cayeron a muy temprana edad en las garras de un hombre que las maltrató y les hizo creer -o ellas se hicieron creer a sí mismas- que nunca estarían con otro que no fuese el primero, aunque fuese un bueno para nada y controlador. Es esa étapa en la que las mujeres tienen un renacer, se dan cuenta que son jóvenes, que tienen un hijo pero siguen siendo hermosas, y tienen un futuro por delante -dentro de lo que cabe en Venezuela y su dictadura- y todavía no es demasiado tarde para ellas, o por lo menos por fuera, en la forma en la que se visten y se arreglan, aunque por dentro siguen rotas, porque las mujeres tienen ese hábito de creer que repararse por fuera las va a reparar por dentro, pero es al revés la cosa, y casi nunca se enteran.

Al fin de cuentas, yo no sé si las cosas pasaron así como yo las imagino, con ella perdí el contacto mucho antes de que fuese novia de Jonkiro, y con Jonkiro nunca en mi vida he intercambiado una sola palabra, ni por accidente; lo cierto es que esta historia me vino a la mente, porque hoy en un torneo de ajedrez, me di cuenta de la forma en la que era visto, con tanta admiración por los pequeños niños y niñas, los adolescentes sentían curiosidad por saber todo de mí, parecían mujeres cuando están impacientes por que las lleves a la cama: con una curiosidad casi sólo comparable con la que hay entre un hijo y un padre. Los mayores me daban consejos y se deleitaban con la madurez, "en especial en estos tiempos", etc. Y las madres de los niños más pequeños me sonreían con esa sonrisa que es demasiado directa para ser de atracción, esa sonrisa que sólo ocurre cuando una mujer ha sido madre, y entiende que luego de ser madre, el mundo se divide entre lo que le conviene o perjudica a tu hijo. Esa sonrisa de admiración, de que muchacho tan guapo y hermoso y grandote y que dios te cuide. Las chicas que estaban en esa edad en donde el cuerpo les cambia demasiado y repentinamente, me ignoraban de forma deliberada, tan obvia que era claro que intentaban evadir hasta el más mínimo contacto, de ese muchacho cuya sola presencia las intimida. Y las niñas más pequeñas, me invitaban a jugar ajedrez como si yo fuese su padre y me pidieran permiso para sentarse en mi regazo. Y esas miradas eran hermosas, eran naturales, eran una invitación a formar parte de algo, del ejemplo, de la educación de esos niños que serán yo, y a la vez esos niños que fui. Y luego no pude sino recordar a José Luis el Jonkiro, y preguntarme por qué le incomodaba tanto mi mirada.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Cuando una chica te deja por no ser un hombre de verdad

Cuando tenemos miedo a perder a alguien, déjamos de ser nosotros mismos, y queremos ser lo que créemos que esa persona desea, en orden de hacerla feliz, y que no nos abandone.

Puede que ella se haya sentido atraída por ti porque te observó como un hombre, atractivo y con la capacidad de protegerla, en especial si eres un poquito vanidoso o arrogante, cosa que a las mujeres les encanta, siempre y cuando no caíga en lo absurdo. Ser arrogante de una forma pícara demuestra confianza en ti mismo, sin necesidad de desprestigiar a los demás, que es un hábito frecuente en personas que piensan que cualquiera puede ser mejor que ellos, y al sentirse amenazados, buscan todos los defectos posibles en esas personas, y muchas veces, sacan de contexto lo que dicen, para ridiculizarles.

Una mujer responde a un hombre con confianza en sí, y todas las consecuencias de creer en ti mismo son lo que te hace atractivo.

Pero a veces nos sentimos inseguros, y actúamos como un tipo complaciente, le enseñamos a nuestra pareja que puede hacer lo que quiera con nosotros, que puede ser irrespetuosa y no vas a defenderte, y muchas veces una mujer te reta sólo para ver si te vas a defender, sólo para saber si eres un hombre de verdad, y cuando fallas todas estas pruebas cotidiana que te pone, pierde el interés en ti, y una vez que una mujer pierde el interés en ti, no hay nada que puedas hacer.

El miedo hace que ya no te conviertas en su hombre, sino en su niño, el miedo te convierte en alguien que busca una madre, no una pareja, y esta actitud es intrínseca en hombres inseguros, hombres que se refugian en la imagen materna porque necesitan depender de alguien para sentirse -artificialmente- protegidos.

Puede que una mujer insegura -y por lo tanto controladora, porque el control es el miedo a la libertad del otro- esté contigo porque al estar contigo siente que es seguro, pero gradualmente te empieza a dar por sentado, se empieza a aburrir de ti, a quejar de ti, y, por supuesto, a sentirse atraída por otros hombres que tengan todo lo que tú no: respeto a sí mismos, porque las personas van a percibirte como te percibas a ti mismo, y si no te percibes como alguien que merezca ser respetado, estás invitando a tu vida a personas que te pasen por encima y abusen de ti, porque los abusadores llegan hasta donde tú los dejes, y es indispensable que aprendas a defenderte para que te respeten, porque alguien que no te respeta, no puede amarte.

La debilidad (y con esto no quiero decir que no seas vulnerable, una mujer necesita saber que tienes un lado vulnerable para confiar en ti, el hombre que nunca se abre es un hombre con miedo, y por lo tanto, un hombre peligroso) ocasiona que las personas te den por sentado, y la única razón por la que una mujer -o un hombre- va a permanecer con alguien que dé por sentado, es porque no tiene el coraje de ir a por lo que quiere, y viven una vida insatisfecha, guiada por sus miedo e inseguridades, y no por sus pasiones, por algo que le de sentido a sus vidas.

Y tú no quieres estar con alguien así, y más importante, tú no quieres ser alguien así.

Un hombre vulnerable es sexy, y con esto no hablo de un manipulador que quiere hacer sentir mal a las mujeres en orden de controlarlas, sino un hombre que no tenga miedo a admitir sus inseguridades, y trabajarlas con su pareja, lo cuál demuestra madurez y compromiso, que sería lo opuesto aun manipulador, que quiere que los demás se sientan culpable para que hagan todo lo que él quiere.

Un hombre seguro de sí mismo no busca faltarle el respeto a ninguna mujer, ni manipularlas, ni herirlas. Y de la misma forma, no se deja manipular por las inseguridades de los demás, porque él sabe que para que su luz brille no necesita apagar la de nadie más, y que al final del día las opiniones de los demás no son lo que lo definen.

martes, 28 de noviembre de 2017

Angie Jaramillo

Hay un ruido fuerte en la casa
Que no te despierta
Hay un ruido en la casa
Que te sumerge en una pesadilla.

Hay una paz en el jardín
Que no es la ausencia del ruido
Los árboles y los pájaros se detienen a sentirla
Y se alejan de nuestra llegada sin ganas de huir.

Deja de buscar un invierno
Para todas las flores que te siembro
Las hojas en césped no han dejado de volar
No te avergüences esta noche, de la blanca nieve de tus sueños.

Si quieres aprender a protegerte: cuídame
Te invito al silencio cuando cantas y me miras
Otra hoja de hierva que es peinada por la brisa
Y un cronopio flota sujetándose de un diente de león.

No estornudes todavía, tienes una mariposa en la nariz.
No llores mientras miro el oro de tu risa,
ponte la ropa abrigadita que ya es hora de dormir.

A veces te recuerdo al ver los patos volar
me encanta cuando graznas, tienes la voz de la naturaleza.
Cuando te miro te haces tímida como una ardilla,
pero cuando me descuido por el cielo azul -ay, este azul- te pones a volar.

La luna esta hoy por la mitad, y también azul,
se le olvidó irse a dormir cuando llegó el sol
ojalá a ti se te olvide la vergüenza
cuando recuerdes que este poema lo he escrito yo.

El banco azul

Estoy sentada en un banco azul, el viento corre tropezando con mi cabello, el sol hace sus maravillas con las sombras. ¿Quieres ser el viento de mis hojas?
La tarde es apenas una niña, por eso es que aún no entro a clases, porque quiero jugar con la tarde y los cantos de esta niña amarilada.
Estoy sentada en el banco azul, en la Facultad las personas pasan cada cual al ritmo de su propio hollín.
Me siento en este banco y pienso en ti.
El banco azul no me reconoció al verme “¡¿Eres tú?! ¡Pero qué colores!”
En este banco azul me sentaba yo, cuando era más pequeña y triste. Pensaba en el dolor de los vientos sobre las hojas secas, hojas que luego pisaba como para escucharme crujir también. La soledad se sentaba a mi lado, cansada. Entonces los árboles me hablaban en grandeza y yo les preguntaba ¿dónde languidecía el amor? El banco azul siempre callaba, me acogía.
Así pasaba mis tardes, y los ojos pasaban sobre mí también, la oscuridad se cernía sobre mis pestañas, mis ojos eran inmensas tristezas.
Y entonces cómo esperaba el color, los libros reposaban sobre mis piernas. Leía poemas que los árboles felicitaban. Creo que entonces me preguntaba cuándo llegarías, creo toda mi vida estuve por ti esperando y acaso lo sospechaba entonces sentada en este banco azul, para escribirte ahora que desde hace vidas y árboles y hojas aquí te esperaba, silente tímida, pequeña.
Este banco azul, ahora pienso en ti, y los árboles preguntan a dónde se fue la inmensidad en tristeza de mis ojos, y adónde se fue y el banco azul repite “¡qué color!”
Pienso en ti y ya no piso hojas secas porque contigo aprendí que son poemas.
El sol baja por mi espalda, y pienso en ti.
Regreso a este banco azul como color y me fundo en la alegría de pensarte con el viento de una alemana, la alemana -ese baile clásico de los salones de Goethe.
Pasan las personas y sigo aquí y ya debería subir a clases.
Solía pensar mi refugio era este banco azul rodeado de verde y silencio, ahora sé que eres tú mi hogar.
Sonrío y las personas inquieren sobre mi sonrisa pero nada saben y no escuchan al viento que aún canta, el viento que le hace el amor a las hojas.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Bitácora de mi lucha contra el cáncer: Capítulo dos.

Ayer pasé el día con Susana, y fue tan hermoso. Me contó la verdadera historia -o por lo menos su versión de los hechos- que ocurrió entre ella y Galileo, su amor.

Me siento terrible por haberla juzgado mal, y tuve que decírselo, y fue hermoso, es tan liberador reconocer que nos hemos equivocado y sentir que sale desde adentro y que la otra persona no puede odiarnos -¿cómo podría? si a uno le duele tanto como a ella haberla juzgado de tal manera, y en tu voz y tus lágrimas se puede sentir.

La historia contada por Galileo es, como suele ser siempre que los hombres hablan de sus exes, incompleta, para suprimir lo momentos en donde fueron tan vulnerables y de los que ahora se arrepienten o avergüenzan, pero Susana me contó precisamente esos momentos, los que le dan sentido a esta historia.

Yo observaba la luna y estaba por la mitad, cual niña asomada detrás de una puerta, una niña asustada escuchando conmigo esta historia, y con tanto miedo a ser descubierta.

Susana me cuenta entonces que Galileo era mal amante, pero que a ella no le importaba, que lo amaba, y que hacerlo feliz le hacía sentir plena, plena aunque no conociera aún lo que es un orgasmo. Yo me sentí tan mal al pensar en Julio, en lo afortunada que soy, en lo desafortunada que es ella y que son todas las mujeres. Tal vez me siento mal porque no creo haber hecho nada para merecer a Julio, es más de lo que imaginé, es más de lo que creí que podía existir.

Ahora veo a llorar a Susana y quiero limpiar sus lágrimas con mis dedos, quiero besarla, quiero ir a casa y que Julio le haga el amor, que Julio la haga suya como me hizo a mí, que le devuelva las ganas de vivir como lo hizo conmigo. Julio es lo único realmente bello que me ha pasado en la vida y es como si deseara compartirlo con todo ser que se lo merece.

* * * * *

Regresé a casa, estoy enferma, no debí comer helado, pero es que uno se descuida cuando es feliz. Le conté a Julio la historia, y terminé hablando de cosas que no tenían nada que ver, pero Julio lo recuerda todo, me trae de nuevo, me endereza el camino; siento que es paciente conmigo porque de alguna manera se da cuenta que nunca antes conocí a alguien tan interesado en mí, en lo que tengo que decir, es como si uno no aprendiese realmente a hablar hasta que encuentra alguien realmente interesado en escuchar. Y ese es Julio, el hombre que me dio la nueva vida, la vida llena de primeras veces.

Le conté a Julio el escenario en donde Galileo le rompió el corazón a Sussy, él se hallaba en una fiesta a la que ella asistiría. Sussy nada que llegaba y Galileo ya estaba drogado hasta la madre, y cuando él se droga sus deseos sexuales se acrecentan, y eso, sumado a la debilidad intrínseca de la voluntad al estar drogado, le hizo acostarse con otra chica en la misma fiesta.

Pero es necesario aclarar que Galileo solía acostarse con esta chica y Susana lo sabía, Galileo desde el comienzo le dejó claro que él no podía tener una relación cerrada debido a que su apetito sexual era demasiado grande. Y por eso hasta este punto yo pensaba que la culpa era de Susana por aceptar eso y aún así querer cambiar a Galileo.

Sin embargo, lo que Galileo no me contó son las venas de esta historia, lo que me contó Susana, y me hizo cambiar mi manera de ver las cosas.

Resulta que Galileo le había dado un periodo de prueba de un mes a Susana, a ver si él se convencía y aceptaba su relación. Y ese periodo siguió avanzando, y nunca se definía, y esto hacía que Susana se aferrara a esa esperanza, a esa esperanza que no era nacida de su egoísmo solamente, como pensaba, sino creada en parte por la indecisión y promesa de pronta definición de Galileo que jamás llegó.

Durante ese tiempo pasaron cosas hermosas entre ellos, Galileo se convirtió en el primer hombre de Susana, y ella hallaba una increíble ternura en detalles tan sublimes como verlo dormir feliz después de un orgasmo, o recibir esos abrazos que Julio me cuenta que todos los hombres dan después del orgasmo, no por amor a la persona, sino más bien como por agradecimiento de dejarlos en ese estado. Y me dolía pensar lo hermoso y nuevo que todo aquello era para Susana y que era imposible que fuese igual para Galileo.

Susana llegó a la fiesta, se los encontró teniendo sexo en un coche, y cuando los enfrentó Galileo le dijo que ella sabía que eran libres, y que se podía acostar con quien quisiera así como él lo acababa de hacer.

Y le rompió el corazón.

Julio escuchó con paciencia, yo sentía una intensa curiosidad por preguntarle que hubiera hecho él en ese caso, pero no me atrevía; y sin embargo, él como siempre sabía lo que quería y no me arriesgaba a decir. Y me contó que en ese caso, a Susana lo que le dolía era sentir que no era especial para él, que ella y la puta del coche estaban al mismo nivel, decirle a Susana que podía acostarse con otro no era decirle que amaba su libertad, era decirle que era tan puta y poco importante como la mujer con la que se acababa de acostar. Y cuando dijo esto, yo casi pierdo el aliento al sentir tanta inteligencia de su parte y quise en ese instante saltarle encima y hacerle el amor.

Luego continuó diciendo que Susana necesitaba era que Galileo la reafirmara, que le díjese que él tuvo que usar a la puta esa porque se moría de ganas por su mujer pero nada que llegaba, ¿dónde carajos andabas? ¿por qué haces que tenga que cogerme a otra en tu ausencia? ¡Estaba pensando en ti mientras me la cogía! y luego besarla y hacerle el amor mientras ella se sentía la más afortunada en todo el mundo.

Es tan bizarro todo esto, en especial porque es tan cierto eso, todos los hombres deberían ser como Julio, ojalá algún día Susana tenga la dicha de sentir cómo él le hace el amor...

jueves, 23 de noviembre de 2017

Jessica Raga: Para la tristeza de su olvido.

La mujer sucumbe, termina por gritar una renuncia que se sumerge en los aullidos de la noche y del desengaño.

El hombre la desenvuelve, la arranca del dolor y se la amarra en la cintura.

La mujer olvida que ha sido engañada, olvida los ojos del esposo que reposan en el hijo, olvida: olvida con el dolor que sólo tiene el olvido.

El hombre navega en sus senos, inmensos, llenos de vida y sabores; juega, juega a que la mujer le pertenece, juega aún más, y la mujer suspira como haciéndose otra. Otra que no olvida aún porque aún no ha vivido.

La mujer mira el cielo raso y se sacude como recién florecida ante los primeros movimientos que ejercen sobre ella aquellos dedos. Tan llenos de olvido, de dolor y de memoria.

El hombre disfruta al verla delirante, la apacigua, y la maltrata como sólo se maltrata a una mujer cuando el hombre se siente al borde del olvido. Ese maltraro, ese anhelo de memoria, ese anhelo de no dejar de ser, o por lo menos de existir.

Regresa a la cima tomándole el cabello, es una coronación de un peón que creían olvidado, arrebata así lo poco que queda de ese pelo que ella se mutiló tratando de mutilar a su vérdugo junto a su capacidad de competir, de sentir dolor. Soy hermosa, piensa, ¿entonces por qué no soy suficiente? y con esa pregunta, poco a poco muere, dolorosamente muere.

La mujer oscila, cierra los ojos, da dos gritos más y acaba la noche. Pero no acaba ella, para la tristeza de su olvido.

* * * * *

El arroz es integral, ella enciende la cocina.
La miro y me repugna, siempre tuvo torpes los dedos, se le caen unos cuantos granos y me mira, sonríe, sonríe como si…

-¿Papito porque no está la comida? ¡Hambre!

-Ve y pregúntale a tu mamá.

-Entretenlo un rato, que el arroz integral es el más se tarda en cocinar, entretenlo.

-¿Cómo te entretienes tú?

-¿Perdón?

No puedo mirarla otro instante, su cuerpo, yo no deseo su cuerpo, hay demasiado hastío, lo he poseído demasiadas veces, me siento forzada a desearla y esa presión me hace aborrecerla; pero como odio pensar que se revolcó con él, maldita sea, con el mismo cuerpo que mío fue. Si yo no lo deseo no debería ser capaz de arder.

-Sí, quiero saber cómo fue que te acostaste con él, y no omitas ningún detalle, todos sabemos que ahí es donde se encuentra lo esencial, ¿verdad, Juneyker?

-¿Qué es esencial, papito?

-Esencial es la mentira, vete y cuida a tu hermanito que los voy a sacar un rato.

-Bueno, papito. -exclama la esperanza sin memoria.

-¡¿Cómo puedes hablar así frente al niño, cochino?!

-Yo hablo como me dé la gana, primeramente...

-Tú empezaste todo esto ¡tú! ¡Tú eres el cochino! ¡Te acostaste con una niña de 20!

* * * * *
El arroz comienza a hervir, y la olla toma el hilo de los esposos, ultrajada también porque es el esposo un soberano cochino, (la olla suspira con ese supiro de indignación que sólo tienen los andinos).

-Acostarse con una jovencita mientras la madre sufría al tiempo, no es justo, nu nu, claro nu es justo, y si se acostó con aquel hombre fue para igualar los daños.

La olla coincidía.

* * * * *
-Yo soy tu esposo y a mí me respetas, tendrías que haberle dicho al asqueroso ese que dejara el orgullo, qué valía hay en acostarse con una mujer que…

-Tú fallaste primero, así que calla, y no me vengas a tratar de callejera, que los hijos te los di yo, que a tus hijos los parí yo.

-Dime si ese malnacido te hizo gritar, ¡dime!

-Ay, que yo no he hecho nada más que amarte, y me dejaste sola, ¡sola!

El llanto se hace largo y el arroz ya se seca, las burbujas desaparecen así como el tenor del hombre.

-Yo creo que alguien se porto muy mal, Matías, pero no sé si fuiste tú o fui yo, es que mamá no llora desde que tú eras un apenas nacido, Matías.

Yo creo que Papito tiene muchas ganas de ir al parque, y mamá no lo deja, y también por eso pelean; yo no sé, Matías, pero si te pones a gritar tal vez salgamos más rápido.

-Yo no sé qué…dime cómo te encontraste con él, ¿cómo?

-No ves que ya nada puedo, que yo quería, que quería volver a ser mujer.

-Pobre damisela, le aseguro yo que es una verdadera heroína, amigo mío.

-Eso dice usted siempre porque es un cucharon, un cucharon que cede a todo.

-Diré que me contenta ser cucharon y no olla, mire como desvaría la pobre y se le quema el arroz.

* * * * *
El humo se propaga por la casa, y ambos tropiezan con los muebles; se caen, y acaso él la envuelve con su rabia, se escucha un susurro y dice “por favor”, pero nadie atiende y los niños tosen en un cuarto azul.

La olla se hace negra luego de ser verde, el hombre que fue esposo deja las lágrimas en su mujer, una mujer llena de humo, una mujer que desapareció en él hace tanto ya. La mujer ya no ve nada, pero se lamenta lo mismo, y recuerda, recuerda que lo había olvidado, recuerda que disfruto ser mujer de otros brazos, recuerda que ya no es suya ni de ella misma, que no será ya de nadie.

Los hijos salen y el padre enciende la moto, se lleva a uno mientras el otro llora y llora, como acompañando los gritos de la madre. Enciende el auto y apaga la cocina.

“El matrimonio huele como arroz quemao’.” –dice y se lleva al pequeño.

La casa está sola y piensa la olla. “De seguro que el desengaño tiene sabor a casa vacía.”

Comenta ahora el elegante cucharon al cuchillo desafilado: “Pero la prueba de que no la amaba es que todavía vive ella… ¡Yo no se la dejaría viva a nadie si no fuese toda mía! Eso lo escuche una vez de una muchachita, recuerdo que hablaba y hablaba, pero creo que lo había leído en alguna parte.”

“¿Eso quiere decir que ninguno se amó?”

“Eso me parece, querido mío, pero a saber…yo pienso que si tuviera un buen trozo de gelatina, no permitiría que nadie se lo comiera.”

“¿Y por qué gelatina?”

“¿Y por qué no?, el amor viene en todas las formas y colores.”

“Ah, es que usted ama.”

“Yo sé, señor sin filo, que usted amaría también si encontrara un buen trozo de queso que picar.” 

“¡Cállense ya!” –dijo la olla.

“Y por qué, si es ahora que podemos hablar.” –contestó el ingenioso cucharon.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El día en que cometí un feminicidio

Mi nombre es Joseph Arturo Raga, jardinero de profesión y escritor de vocación, y escribo esta carta debido a que deseo aclarar algunos aspectos acerca del feminicidio que he cometido.

El día 25 de noviembre, me entregué a las autoridades luego de haber asesinado a una mujer. De hecho, yo mismo fui el que reportó su muerte. Y en todas las noticias mi rostro serio y calmado salió a relucir como muchas cosas: feminicida, abusador sexual, críminal a sangre fría y algo acerca del patriarcado que no sé qué es pero al parecer formo parte.

Yo entiendo perfectamente bien este miedo a los hombres, debido a que, si no estoy mal informado, el 95 % de los abusos sexuales son cometidos por hombres. Y por eso dediqué gran parte de mi vida a educar a las mujeres de mi familia para que supieran descartar a los hombres que mostraran rasgos de maltratadores, controladores, y agresivos. Señales como la inseguridad, como molestarse por no responder un mensaje, o la violencia cuando no obtenían lo que querían, y cualquier tipo de manipulación. Nunca he pensado que las mujeres deben renunciar a los hombres, simplemente creo que es necesario educarlas a pasar el tiempo de su vida con el que sea correcto, debido a que, luego de invertir emocionalmente en alguien, es más arduo despegarse de él.

Maté a una mujer, es cierto, pero no considero que se me deba ver como feminicida. Aunque los dejaré a ustedes juzgar por sí mismos. Y les pido que tengan en mente que, según me explicaron, un feminicida es una persona que comete un crímen en contra de alguien sólo por ser mujer. Y la verdad es que, durante toda mi vida, a las mujeres no he hecho otra cosa que darles el trato que un hombre educado, cariñoso y protector, le da a las personas que ama; pero de cualquier forma, aquí están los hechos:

La hija de mi hermanastro -que debería tal vez llamar mi sobrina, pero la verdad es que no tengo demasiado apego hacia ella, ni la siento como mi familia- estaba siendo abusada sexualmente. Pero no por mí, aunque a los medios y a las personas que difundieron la información de los medios, no les pareció demasiado importante corroborar la información.

Voy a aclarar el contexto, fuimos a un pueblo que queda a unas cuatro horas de casa, muy alejado de la ciudad, y estabamos en una reunión con amigos de la iglesia para pasar el día de acción de gracias.

Aclararé una cosa, cuando uno se casa con alguien, se casa con toda su familia, creencías, y amigos, y dejo esto claro para que entiendan por qué me hallaba en un lugar del cual no formaba parte, ni simpatizaba, y hasta ciertos niveles, tampoco toleraba.

Yo quería pasar el día de acción de gracias con mi madre y mi hermano, los únicos miembros de mi familia que viven en este país conmigo, pero ellos la iban a pasar con la familia del esposo de mi madre, y son personas que no me hacen sentir precisamente bien a su alrededor. Dejo esto claro, porque quiero que entiendan qué estaba haciendo yo en un grupo de personas religiosas cuando personalmente, no tengo ninguna creencia de esa índole.

Y perdonen que insista tanto en eso, pero la policía siempre hace incapie en querer saber por qué uno está donde está a la hora del crímen, y pensé que ustedes querrían entender lo mismo.

Lo cierto es que me dirigía a mear, y escuché un sonido extraño, como el de un juguete cayendo al piso; y cuando estaba tratando de orinar, no pude, debido a que el recuerdo del sonido me perturbaba demasiado. A veces eso me ocurre, hay sonidos que por lo general ignoraría, pero en ciertos momentos, no puedo dejar de escuchar, me llaman con una fuerza misteriosa, y yo siempre respondo a su llamado.

Me cuesta empezar a escribir estas líneas, siento un mareo en el estómago y ganas de llorar, ahora que lo pienso, hay cosas que es más difícil recordarlas o pensarlas que vivirlas.

Lo que hallé fue a una mujer abusando sexualmente de la hija de mi hermanastro, no sé cuántos años tiene la niña, pero me da igual, lo que esa mujer estaba haciendo estaba mal, sin importar la edad que tenga esa pequeña criatura.

No deseo describir esos actos, me enferma pensar que alguien pueda estimularse sexualmente al leerlo, ya que, si esa mujer pudo, ¿cómo se que alguien más no?

Lo cierto es que había un bate de beisbol en la habitación, lo tomé con cautela, y le di en la cabeza con todas mis fuerzas, y aún no comprendo cómo a esa mujer no le salió volando la cabeza por la ventana, pero lo cierto es que cayó muerta inmediatamente.

Ahora les voy a explicar por qué me considero un asesino, y es debido a que yo soy un hombre bastante fuerte, con un cuerpo enorme, no de largo pero sí de ancho. Si el abusador sexual hubiese sido un hombre, creo que seria justificable el batazo, pero era una mujer, y creo que pude manejarlo de otra forma; aunque en el momento, lo confesaré, simplemente tuve miedo, y por eso la maté. Si no hubiese querido matarla -esto lo concluí durante la confesión policial- no le habría dado el batazo cuando estaba desprevenida.

La policía y la familia de la niña apelaron por mi la libertad, y han tratado de convencerme de que estaba justificado; en primer lugar porque le mujer era alta y gorda (o sea, que tenía fuerza para luchar) y peligrosa, y tenía antecedentes penales de demencia, agresividad y abuso infantil, y por eso se había metido en la organización religiosa a la que pertenecen mi padrasto, su familia y sus amigos, para estar en un círculo en donde se pudiera mover con confianza y abusar de los niños.

Yo no sabía nada de eso, pero si les soy sincero, dudo que alguien pueda sobrevivir luego de abusar sexualmente de alguien en mi presencia. Tal vez, yo también sea un monstruo.

Y en segundo lugar, porque uno no puede premeditar cómo se va a comportar en tales situaciones, o por lo menos, eso me dijo la jueza luego de escuchar el testimonio, examinar las pruebas, y dejarme en libertad.

Decían que la mujer pudo con ese fuerte físico, haberle hecho mucho más daño a la niña, y hasta matarla; y bueno, daño le hizo, tanto físico como psicológico, a esa pobre e inocente niña.

Yo soy un hombre de honor, y les afirmé lo que pensaba: que yo pude haberlo manejado mejor, y que al no controlarme, la terminé matando.

Al final, casi en contra de mi voluntad y mi juicio moral, fui dejado en libertad; y los medios de comunicación no respondieron por las acusaciones que hicieron, ni siquiera rectificaron, y las cartas llamándome violador y feminicida y patriarcal (¿es eso un insulto? porque no comprendo el concepto) no me dejan de llegar.

Y yo las entiendo, porque los hombres han sido los responsables de todos los abusos por los que las mujeres han pasado, pero yo simplemente deseo limpiar mi nombre, o por lo menos, contar mi historia. La historia de un hombre que cometió un error, pero que no es un mal hombre. La historia de un hombre que mató a una mujer, pero que no odia a las mujeres. La historia de un hombre dejado en libertad y tratado como un héroe, pero al mismo tiempo, un hombre con un cargo de consciencia: la pertubación de ser juzgado erróneamente.

He dejado aquí lo que ha ocurrido, no les pido que me amen, les pido que si van a odiarme, que sea por lo que realmente soy, y por lo que realmente hice.

Jarabe de lengua.

Mira, flaco, yo voy a aprovechá que tú tiene' ese corazón roto pa' decirte las cosa' como son. En prime' luga', esa jevita te está tratando así poque tú no te hace' respetá, y te voy a explicá po'qué.

No, no, mamagüevo, no me salga' con tu cuentito intelectual que aquí el que sabe de mujere' ej papi. Y mejo' me escucha poque el que anda llorando como una marica aquí ej usté, y yo no 'igo que uno no tenga sus momentos de iora como un marica, ej bajtante saludable, eso tiene su luga' y su momento; el peo ej que tú no estáj llorando máj que por puro cobarde y egoíta, y eso ej lo que me dá arrechera.

Ahora mejo' caiate y te me aguantaj el jarabe e' lengua que te tengo ejde hace rato.

El peo tuyo ej que la jevita esa estaba escurriíta por ti, ella te conoció y dijo, nagüevonah, ese profesó sí sabe, y a una muje le encanta un tipo que sabe y que le enseñe, eso ej a lo que ellaj responden, poj lo meno' al comienzo. Pero lo que te pasa ej que tú empiezas con tu mamagüeveteo de compojtarte como un niño, burda e infantil y tú qué cree que ve ella, ella te trata bien y te da lo que quiere pojque no le gusta que sufrá y meno' po' ella, pero ya eia en su mente tiene claro que no ere' lo que ella pensaba, y que ere' bien débil, y aunque te diga que te entiende y que te ama -po'que de verdá ella te entiende y te ama- ya le empieza' a gusta meno' y te empieza a ve' como una carga po'que no puede confiá en ti ni se' eia misma sin que te pongas a llorá como un niñito, io te dije que acá el que sabe de mujere' ej papi, y no po'que lo aia leído en un libro, ej po'que io veo a lo que una muje' responde, una muje' responde a una cosa muy distinta a lo que ella dice que le gusta. Po'que a vece' hay cosa que a eia le gusta y no sabe que le gusta, pero responde, y ej lo que importa.

Ahora bien, te voy a deci' la cosa como son, io no tengo en nada en contra e' la' relacione' en onde la gente ej libre y hace lo que quiera, pero si tú no quiere compati' uste' tiene que habla claro y decí que eso no e' lo que quiere y abrise, el problema ej que tú no la quiere compati' y te siente' mal contigo mijmo po'que leíste o te dijeron que si no compajte tu muje' no la ama, mire, yo he conocío gente po' coñazo, y el que compajte la pareja, hombre o muje', ej poque no le duele o pojque le excita, y a uste' le duele y no le excita ni un poquito, así que en prime' luga' hable claro y déjese e' güevonadas.

Ahora bien, en lo persona' esa jevita tuia no me usta', me cae mal po'que con ella no se puede habla e' nada poque a todo le pone nombe, que si eso se llama así, que si ere anojtico poque no cree en nada, que si eso lo ijo platón o aristuteles, y a' final de cuenta ej como si no tuviese escuchado sino como si sólo te escucha pa' ve cómo califica o categorisa lo que le aj dicho. Elotro día me hizo arrecha y la confonté, entoncé le dio un colaso nervioso y empezó a decí, budismo budismo, eso ej budismo y no se puede viví sin pensamiento. Ujtede' lo' intelectuales son bien cobarde' cuando tienen que i' má' aiá de lo que conocen. El punto ej que io le dije que si digo que el burro e' negro ej poque tengo lo' pelo' en la mano, y que simplemente al deci' la palabra aúa uno no se moja', y que hay algo máj allá de la' palabra.

Pero el caso ej que lo que te digo ej que simplemente hay mujere' que uno puede compajtí y no hay poblema, y hay mujere' que uno simplemente quiere pa' uno, y si ella quiere' también, entonce' no hay nada e' malo.

El otro día taté e' decite eso pero el peo e' siempre ej que la carajita te tata mal frente a tuj pana' como pa' dejale claro a uno que tú no la govierna', esa vaina ej paja, te lo voy a decí, si una gente te ama no tiene poque faltale el respeto a nadie pa' deja claro que no le govierna', esa es mala de eia.

El caso ej que tú tiene que se' hombe y hacete respetá, y yo no hablo de violencia, la violencia ej de lo cobarde, ya violento aj sido, aunque no le pegue' pero la manipulas; yo hablo de que tiene' que ejtá dispuesto a ite si ella no te trata como quieres o si no te puede dá lo que quieres. Pero si todo el tiempo te compo'ta como si eia fuera la mamá tuia y tú un carajito, imaginate, nunca va a sentí que tiene to'o lo que necesita en ti, poque te digo una cosa, una muje' no tiene problema en sé de un solo hombe, eso hasta les gusta má', pero eia tiene que sentí que eia ej la que quiere etá sólo contigo.

Nadie ama obliga'o, compadre, déjela hace lo que ella quiere, y potese como un hombre, y si te pota así y deja que ella sea lo que es, tú te vas a da cuenta si ej lo que quieres o no, pero si te pones a ejtar con ella sólo poque cada vej que etá con otro siente que elotro e' mejo' que tú, el poblema ere' tú; y ejtás con eia sólo poque crees que si ella se vuelve toda todita tuía, se van a acaba' tus inseguridade', y eso no ej así.

Sal y búscate muchas tipas, y te vas a da' cuenta de que muy probablemente ejtás así de obsesiona'o con eía el poque crees que si eia cambia y la posees, to'os tus problemas tan resueltos. Y no, menor, no ej así.

Tú tiene que dale lo mejo' de ti a la tipa que se lo gane, no dale lo mejo' de ti a la tipa que no te hace caso pa' ganatela a ella. Pero bueno, ese ej diálogo pa' otra ocasión, y ejpero que te haia aiudado en algo ejte jarabe e' lengua que te dí.

El día que cometí un feminicidio

Mi nombre es Joseph Arturo Raga, jardinero de profesión y escritor de vocación, y escribo esta carta debido a que deseo aclarar algunos aspectos acerca del feminicidio que he cometido.

El día 25 de noviembre, me entregué a las autoridades luego de haber asesinado a una mujer. De hecho, yo mismo fui el que reportó su muerte. Y en todas las noticias mi rostro serio y calmado salió a relucir como muchas cosas: feminicida, abusador sexual, críminal a sangre fría y algo acerca del patriarcado que no entendí muy bien.

Yo entiendo perfectamente bien este miedo a los hombres, debido a que, si no estoy mal informado, el 95 % de los abusos sexuales son cometidos por hombres. Y por eso dediqué gran parte de mi vida a educar a las mujeres de mi familia para que supieran descartar a los hombres que mostraran rasgos de maltratadores, controladores, y agresivos. Señales como la inseguridad, como molestarse por no responder un mensaje, o la violencia cuando no obtenían lo que querían, y cualquier tipo de manipulación. Nunca he pensado que las mujeres deben renunciar a los hombres, simplemente creo que es necesario educarlas a pasar el tiempo de su vida con el que sea correcto, debido a que, luego de invertir emocionalmente en alguien, es más arduo despegarse de él.

Maté a una mujer, es cierto, pero no considero que se me deba ver como feminicida. Aunque los dejaré a ustedes juzgar por sí mismos. Y les pido que tengan en mente que, según me explicaron, un feminicida es alguien que comete el crímen ante alguien sólo por ser mujer. Y la verdad es que, durante toda mi vida, a las mujeres no he hecho otra cosa que darles el trato que un hombre educado, cariñoso y protector, le da a las personas que ama; pero de cualquier forma, aquí están los hechos:

La hija de mi hermanastro, que debería tal vez llamar mi sobrina, pero la verdad es que no tengo demasiado apego hacia ella, ni la siento como mi familia, estaba siendo abusada sexualmente. Pero no por mí, aunque a los medios y a las personas que difundieron la información de los medios, no les pareció demasiado importante corroborar la información.

Voy a aclarar el contexto, fuimos a un pueblo que queda a unas cuatro horas de casa, muy alejado de la ciudad, y estabamos en una reunión con amigos de amigos de la iglesia para pasar el día de acción de gracias.

Aclararé una cosa, cuando uno se casa con alguien, se casa con toda su familia, creencías, y amigos, y dejo esto claro para que entiendan por qué me hallaba en un lugar del cual no formaba parte, ni simpatizaba, y hasta ciertos niveles, tampoco toleraba.

Yo quería pasar el día de acción de gracias con mi madre y mi hermano, los únicos miembros de mi familia que viven en este país conmigo, pero ellos la iban a pasar con la familia del esposo de mi madre, y son personas que no me hacen sentir precisamente bien a su alrededor. Dejo esto claro, porque quiero que entiendan qué estaba haciendo yo en un grupo de personas religiosas cuando personalmente, no tengo ninguna creencia de esa índole.

Y perdonen que insista tanto en eso, pero la policía siempre insiste en querer saber por qué uno está donde está a la hora del crímen, y pensé que ustedes querrían entender lo mismo.

Lo cierto es que me dirigía a mear, y escuché un sonido extraño, como el de un juguete cayendo al piso; y cuando estaba tratando de orinar, no pude, debido a que el recuerdo del sonido me perturbaba demasiado. A veces eso me ocurre, hay sonidos que por lo general ignoraría, pero en ciertos momentos, no puedo dejar de escuchar, me llaman con una fuerza misteriosa, y yo siempre respondo a su llamado.

Me cuesta empezar a escribir estas líneas, siento un mareo en el estómago y ganas de llorar, ahora que lo pienso, hay cosas que es más difícil recordarlas o pensarlas que vivirlas.

Lo que hallé fue a una mujer abusando sexualmente de la hija de mi hermanastro, no sé cuántos años tiene la niña, pero me da igual, lo que esa mujer estaba haciendo estaba mal sin importar la edad que tenga esa pequeña criatura.

No deseo describir esos actos, me enferma pensar que alguien pueda estimularse sexualmente al leerlo, ya que, si esa mujer pudo, ¿cómo se que alguien más no?

Lo cierto es que había un bate de beisbol en la habitación, lo tomé con cautela, y le di en la cabeza con todas mis fuerzas, y aún no comprendo cómo a esa mujer no le salió volando la cabeza con la ventana, pero lo cierto es que cayó muerta inmediatamente.

Ahora les voy a explicar por qué me considero un asesino, y es debido a que yo soy un hombre bastante fuerte, con un cuerpo enorme, no de largo pero sí de ancho. Si el abusador sexual hubiese sido un hombre, creo que seria justificable el batazo, pero era una mujer, y creo que pude manejarlo de forma diferente, aunque en el momento, lo confesaré, simplemente tuve miedo, y por eso la maté. Si no hubiese querido matarla -esto lo concluí durante la confesión policial- no le habría dado el batazo cuando estaba desprevenida.

La policia y la familia de la niña apelaron por mi la libertad y han tratado de convencerme de que estaba justificado, en primer lugar porque le mujer era alta y gorda (o sea, que tenía fuerza para luchar) y peligrosa, y tenía antecedentes penales de demencia, agresividad y abuso infantil, y por eso se había metido en la organización religiosa a la que pertenecen mi padrasto, su familia y sus amigos, para estar en un círculo en donde se pudiera mover con confianza y abusar de los niños.

Yo no sabía nada de eso, pero si les soy sincero, dudo que alguien pueda sobrevivir luego de abusar sexualmente de alguien en mi presencia. Tal vez, yo también sea un monstruo.

Y en segundo lugar, porque uno no puede premeditar cómo se va a comportar en tales situaciones, o por lo menos, eso me dijo la jueza luego de escuchar el testimonio, examinar las pruebas, y dejarme en libertad.

Decían que la mujer pudo con ese fuerte físico haberle hecho mucho más daño a la niña, y hasta matarla; y bueno, daño le hizo, tanto físico como psicológico, a esa pobre e inocente niña.

Yo soy un hombre de honor, y les afirmé lo que pensaba: que yo pude haberlo manejado mejor, y que al no controlarme, la terminé matando.

Al final casi en contra de mi voluntad y mi juicio moral, fui dejado en libertad; y los medios de comunicación no respondieron por las acusaciones que hicieron, ni siquiera rectificaron, y las cartas llamándome violador y feminicida y patriarcal (¿es eso un insulto? porque no comprendo el concepto) no me dejan de llegar.

Y yo las entiendo, porque los hombres han sido los responsables de todos los abusos por los que las mujeres han pasado, pero yo simplemente deseo limpiar mi nombre, o por lo menos, contar mi historia. La historia de un hombre que cometió un error, pero que no es un mal hombre. La historia de un hombre que mató a una mujer, pero que no odia a las mujeres. La historia de un hombre dejado en libertad y tratado como un héroe, pero al mismo tiempo, un hombre con un cargo de consciencia: la pertubación de ser juzgado erróneamente.

He dejado aquí lo que ha ocurrido, no les pido que me amen, les pido que si van a odiarme, que sea por lo que realmente soy, y por lo que realmente hice.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Ensayo sobre lo hermoso que es verla dormir

Siempre se habla del acto del amor, pero a mí me parece que la verdadera intimidad no se halla en el sexo sino en el dormir. Si eres feliz al dormir con una mujer puedes ser feliz con ella el resto de tu vida.

Me encanta mirarla, sentir su pequeña cintura, sus curvas hermosas e indiferentes, su piel pálida como el cielo de noviembre y su cabello oscuro como una noche sin estrellas. Nunca pagaría por sexo, pero sin duda pagaría por verla dormir.

No todas las mujeres son hermosas al dormir, y por eso cuando ves a una, sientes que has hallado una exquisita rareza. Siempre que se duerme primero, sueño con ella, es tan fácil tenerla en mis sueños.

Pasamos la noche conversando, es tan hermosa una mujer enamorada, casi todas las mujeres dicen estar enamoradas, pero eso es falso, son muy pocos los seres que realmente aman. Ella me admira tanto, cuando me cambio la ropa y me pongo la de dormir, me mira como si se le olvidara que también estoy aquí, abre la boca, me absorbe con sus ojos, y dice que soy grande, que soy enorme, y es como que me dijera todo eso que uno no puede más que callar cuando contempla el ocaso.

Hicimos el amor, y no me canso de desearla, no me acostumbro a lo que es hermoso, y ella es tan hermosa; con esas nalgas enormes y esos brazos tan delgados. A veces la miro hasta quedar exhausto, y me acuesto boca arriba, con una pierna estirada y la otra encogida, como formando un número cuatro, y una mano abrigándose en mi sexo y la otra sujetando mi cabeza, y dentro de mi boca cerrada, mi lengua acaricia mis dientes y no paro de pensar en este texto que ahora ustedes leen.

Luego me acaricio la barba y el bigote, y me doy cuenta de que ella me mira con fascinación, sonrío sin mostrar mis dientes, le doy un beso, y bostezo; y ella me dice que soy hermoso y que parezco un león.

Luego cae ante mi pecho, y me pide consejos de cosas que no necesita pedirme, pero adora que le diga qué hacer, se siente tan amada y protegida, me pregunta cosas, me consulta sus decisiones, es tan hermoso sentirse tan importante y único aunque sea para un solo ser en el mundo.

Esto será raro para algunos, pero a veces me gusta sentirla roncar suavemente o murmurarme cosas mientras duerme, siento que confío tanto en ella, y que ella se siente tan protegida y amada a mi lado. Protegerla es tan hermoso, ser su Hércules, su hogar, su refugio.

Sé que ya deben pensar en este punto que soy bastante raro, pero, por si lo hasta ahora dicho fuera poco, les cuento que suelo pedir disculpas luego de bostezar, y eso es algo que suele perturbarle, en parte porque no es usual, y en parte porque a ella le encantan mis bostezos, es como si se los quisiera comer, me hace sentir tan amado, es como si le fascinara todo de mí.

Alguna vez creí que la fama me haría sentir amado, pero no cambiaría todo el éxito del mundo por el significado que sólo tiene mi vida cuando esta mujer duerme a mi lado.

Yo fui su primer hombre, ella era mucho más joven que yo, y a su lado descubrí lo hermoso y sensual que puede ser la inocencia. Sentí que había llegado a mi vida porque era un corazón puro, y yo era el hombre indicado para cuidarla y protegerla al sentirla temblar entre mis brazos como sólo tiemblan las hojas y las mujeres que se entregan por completo, la apreté fuerte, y todo mi ser no hacía más que susurrar: qué suerte que llegaste a mí, no quiero imaginar qué sería de ti en otros brazos que no fuesen capaces de cuidarte y apreciarte como los míos.

A veces me da pánico sólo imaginar que unas manos ineptas hubiesen podido destruir para siempre la belleza de este corazón si yo no hubiese llegado a tiempo, para sanarlo, protegerlo, y hacerlo florecer.

A veces ella me pregunta, qué pasaría si me aburro de ella, o cómo podría ser de su destino si luego de conocerme a mí, le tocara la suerte que tener que vivir con otros hombres. Pero vieras cómo me lo pregunta, me lo pregunta como para reafirmarle que ella es mía, que por siempre será mía y sólo mía, y en esos instantes es tan tierna, y es tan niña, y se siente tan feliz y me llama papi, lo cual me fascina. Se me ha dado tan bien ser su papi, que ya no creo ser capaz de tener una relación distinta a esta, en donde yo no sea una figura protectora de una figura inocente y talentosa. Sin duda alguna el amor verdadero es aquel que cambia tu destino de las formas menos esperadas.

Yo no soy posesivo, o celoso, o inseguro, y mucho menos controlador. Pero ella me pide, me demanda que domine, ella lo necesita, ella necesita que le diga que es mía y que no la compartiré nunca con nadie. Si no se lo digo no se siente importante, ah, yo he tenido novias, y andar de novios es algo tan tibio, tanta igualdad que en la teoría se ve muy correcto pero que en el sentir es tan vacío. Ella no es mi novia, ella es la mujer que me pertenece. Y lo sabe, pero aún así es como un vicio escuchar que se lo diga. Y el mío es decirselo.

Yo no digo que todos deban tener una relación así, pero sin duda alguna ella y yo nos sentimos plenos en esta dinámica, no deseo cambiarla ni forzarla a nada, somos así porque así nos hemos descubierto al amarnos, porque es lo que sentimos al estar juntos.

Fue repentino, simplemente ella se daba cuenta que respondía ante esa autoridad, y desde entonces le doy ordenes, no para forzarle hacer algo que no quiere, sino porque ella siente que al hacerlo expreso fuerza y deseos, seguridad y confianza. Pero todas estas cosas son hermosas y posibles simplemente porque nos amamos y admiramos mutuamente. Podemos pasar horas conversando, nunca nos aburrimos y hasta nos gusta volver a escuchar viejas historias después de cierto tiempo. Conversar, hacer el amor, dormir y leer. Es lo que nos encanta, ni siquiera tenemos televisor, somos como una de esas parejas de otra época, en donde el esposo y la esposa eran mejores amigos, y la confianza era absoluta.

Con ella no tengo que ocultar nada, ni siquisiera mi lado vulnerable, siempre quiere aprender de mí y le encanta que yo tenga la humildad de aprender de ella y admirarla a pesar de que yo tengo mucha más experiencia. Ella es mi admiradora número uno, me adora con una devoción que no le he pedido, nosotros no queremos que nos digan como amar, amando se va forjando nuestro destino.

Qué delicia es observarla dormir, parece un gato, un gato libre de estar en donde quiera, pero que cada noche, me escoge a mí.

El arte de contar historias

Contar una historia es inventarla.

Muchas veces uno se encuentra en situaciones tan tristes, en donde darías lo que fuera porque la persona que te cuenta la historia supiese contarla.

Ahí se encuentra, con su rostro gordo y rojo brillando de vida y de dicha, con sus ojos llenos del calor que sólo tienen las nostalgias y el anhelo; y yo aquí, como en otro mundo, como en otro idioma, porque él no se da cuenta de que cuando empieza a nombrar personas de su niñez, en mi mente no aparecen rasgos, ni rostros, ni lugares y mucho menos emociones asociadas con esos nombres, él tiene que crearlos, pero no lo sabe, no describe.

Ahora me dice -creo- que sus hermanos y él se robaban la comida de otro niño, y le parece tan divertido, está al borde de las lágrimas, y el chiste para mí es un misterio. Se siente tan incómodo, como cuando las mujeres piensan que por ser mujeres no necesitan ser educadas, y susurran algo en secreto y empiezan a reír y todos nos sentimos tan incómodos y alienados. Siento que se ríe de un chiste que es un secreto entre su gordo rostro y su memoria, ¿se estarán ríendo de mí? no lo sé, y no me importa.

La verdad es que sí me importa, daría lo que fuera porque ese chiste o esa historia me llegaran, y calentaran mi cuerpo, y aliviaran el dolor de mis brazos de tener todo el día cortando madera con el hacha en la puta nieve.
Qué frío hace, no siento mis dedos.

Él no sabe lo que pienso, todo lo que se esconde tras mi barba es un secreto. Un hombre con barba es un hombre con secretos, y uno sólo puede confiar en los hombres con secretos, porque los hombres con secretos saben que el pasado no es lo que te define, sino tus acciones. La barba, la barba es como una mujer, no la puedes controlar, sólo puedes cuidarla y dejarla crecer, y una vez que la tienes, cambia tu forma de ver la vida y la forma en la que todos te ven a ti. La barba, la barba está llena de historias, de mujeres, de risas, de chistes, de formas de ver el mundo. La barba es la historia que te salva de los otros. Y por eso la acaricio y me sumergo en su belleza y en sus recuerdos. Daría lo que fuera por escuchar esas palabras que le cambian la cara a cualquier día, y en especial a un día de invierno, "bueno, puej, ¿y si vamo' 'ace' un cafecito?", y se acaba todo, y vuelve a empezar el mundo, pero con otra delicia más para que se pierda en tu barba. Porque la barba está hecha de historias y de literatura. Todo lo que se pierde en tu barba nunca está perdido.

Ahora estoy frente al fuego acariciando mi barba, otro día, otra historia para contar, otra historia perdida en mi barba. Sobrevivir es contar historias.

martes, 14 de noviembre de 2017

Aventura invernal, parte dos

Me bajo del auto y mi atención es absorbida por el sonar de una campana (Sí, Notre-dame), era un hombre pidiendo dinero; siempre es desagradable ver a alguien pedir dinero, en especial cuando a uno le cuesta tanto conseguir el poco que tiene.

Seguí caminando y entré al establecimiento, me dirigí inmediatamente al baño y terminé topándome con una enorme caja llena de libros, estaban en una zona sólo para empleados, pero mis urgencias de ir al baño dejaron de ser tan urgentes ante mi curiosidad por descubrir qué misterios podía descubrir dentro de la caja.

Pero no había nada de valor, y tuve que abrir la puerta del baño algo decepcionado. Usé el urinario más alto, y miré a mi lado, y pude visualizar al niño que una vez fui, orinando junto a mí, y sentí admiración por todos los niños que roban libros. 

Pensé en ese momento en mi altura, mido 1.75, no soy tan alto pero me veo muy grande por mi melena y mis fuertes músculos; entonces pensé que las mujeres siempre dicen que prefieren los hombres altos, pero al mismo tiempo las mujeres siempre dicen tener una preferencia y terminar respondiendo a cosas absolutamente diferentes a las que ellas dicen preferir. He escuchado hasta el cansancio mujeres que salen con un hombre porque es atractivo según sus estándares, pero pierden todo el interes cuando el tipo empieza a actuar inseguro y débil. Ninguna mujer puede sentirse plena y protegida al lado de un hombre inseguro, y esa es la maldición de las mujeres controladoras. Qué sólo un hombre que no vale la pena puede ser controlado.

También hay mujeres inseguras -es raro encontrar a una que no lo sea, pero algunas se pasan de inseguras- que se sienten intimidadas ante la seguridad de un hombre, y esto es, porque sienten que no lo merecen, y se distancian porque prefieren ahorrarse el tiempo, y renunciar de una vez a algo en donde van a fracasar. Uno no puede cambiar a una mujer así, pero como hombres tenemos la tendencia a ilusionarnos con los ojos; y cuando vemos a una mujer muy atractiva e insegura, créemos que una persona que ha sido toda su vida de una forma, puede cambiar sólo porque nos ha conocido a nosotros. Existen por supuesto casos en donde la mujer insegura siente que confía por primera vez en un hombre, si el hombre hace las cosas bien; pero cuando el hombre hace las cosas bien y ella se aleja porque siente que no lo merece o se intimida al conocer a alguien tan seguro de sí, fuerte y admirable; en ese caso, no puedes hacer otra cosa que dejarla ir, ella te está haciendo un favor.

Y nuevamente se me ha acabado la tinta, y no he hablado ni de un pedacito de todo lo que pasó en el día; pero ya saben, vivirlo es fácil, el desafío es escribirlo, y ya he escrito suficiente para una sola entrada.