domingo, 29 de enero de 2017

Diario de Raga, noche 1

"¿Cuál es la diferencia entre una enamorada que sea escritora y una que solamente te inspire a escribir? ¿Es más fácil para ti una mujer que no represente un desafío y sólo te admire y adore y de esa forma ser tú quien controla?"

-Los escritores no se dividen entre mujeres y hombres, sino entre buenos y malos. Y no me refiero a un carácter moral, sino a un talento, al ingenio.

Hay dos tipos de personas serias, unos son hijos de sus hijos, otros son hijos de su talento. Y el buen escritor siempre es un hijo de su talento.

Un escritor tiene que en primer lugar comprender lo limitado que es el lenguaje, y a partir de ahí, todo lo que hace deja de ser la mera repetición de lo que ha leído.

Hay dos tipos de malos escritores, los que leen mala literatura y escriben mierda, y los que leen buena literatura pero no son capaces de decir nada que valga la pena leer, porque son el eructo de lo que alguien más dijo.

Ningún escritor malo merece ser leído, y probablemente los buenos tampoco. Escribir como un arte carece por completo de sentido cuando se trata un método mediante el cuál el escritor se realice.

Cuando comencé a escribir, lo hice primero porque quería sexo, pero no sirvió, y luego de eso, me di cuenta de que escribir me gustaba aunque no me trájese lo que estaba buscando.

Tal vez todos queremos ser escritores porque vemos a alguien escribir, y luego nosotros también queremos hacerlo, y cinco de cada diez personas que intenta repetirlo, pueden descubrir que no tienen talento para hacerlo, y desistir o querer mejorar. Sólo valen la pena los que desisten, porque son ellos los que  escriben debido a que no pueden no hacerlo, y no porque esperen algo de ello.

Luego de ello, mejorar es parte del crecimiento y desarrollo presente en toda disciplina. (El origen de la palabra disciplina es "aprender", en ese sentido la uso.)

Los que ni siquiera pueden darse
cuenta de su limitación al escribir nunca dejan de ser escritores mediocres, porque siempre han estado convencidos de que lo que el lector tienen en la mente es lo mismo que ellos al escribir, y esa esa una de las formas más literarias de la ignorancia.

Otra trampa común en la que cae el escritor una vez que ya es maduro, es en el éxito o el reconocimiento, no sé cuántas veces escritores me han suplicado que comparta textos pésimos por la simple razón de que ellos creen que porque algo tonto es apreciado por las personas eso hace que deje de ser tonto. Y la verdad eso no es así.

Sé que puede pensarse que actúo como un juez, pero no es así, nótese que en ningún instante he definido qué es escribir bien, lo que trato de demostrar no es qué es lo correcto o incorrecto, sino cuáles son trampas que corrompen tan fácilmente a la mayoría de las personas que me invitan a leer sus textos.

Estas personas son fáciles de identificar: no aceptan la crítica, y se toman personal todo lo que han hecho, para ellos sus textos tienen un valor emocional, piden -suplican- aprobación en cada texto, y lo peor de todo es que si la consiguiesen probablemente dejarían de escribir, y se darían cuenta de que la vanidad nunca va a llenar el vacío de lo que es nuestra absurda existencia humana, esa forma de vivir que hemos creado y de la que somos absolutamente responsables.

Ya sé que en este texto no respondí nada de lo que quería saber la persona que formuló la pregunta, pero un escritor empieza a nacer en el momento en el que descubre que no puede hablar de lo que le piden, que sólo puede hablar de lo que no puede callar, y el hecho de poder hacerlo, es suficiente.

Diario de Raga, día 5.

Me estoy empezando a dar cuenta de que a veces nos interesamos en algo sólo cuando se nos es negado. Estamos tan acostumbrados a que nuestra vida se trate sólo de satisfacernos que lo único que nos arranca de semejante monótona y predecible existencia, son esos instantes de frustración. Aunque con la frustración ocurren sólo dos cosas, o la satisfacemos y todo vuelve a esa muerte que por alguna extraña razón asociamos con seguridad, o, por otro lado, empieza esa interminable sensación de sufrimiento y miseria y dolor por no tener lo que anhelamos.

¿Nos damos cuenta de lo absurda que es nuestra existencia? ¿De lo embotados que estamos? ¿De que el objeto de nuestro deseo cambia pero no el movimiento mecánico y repetitivo de desear, frustrarnos, acostumbrarnos, insensibilizarnos y sufrir?

Yo no digo que el deseo sea malo, y que lo debamos reprimir. Eso es tonto, desear reprimir el deseo es un deseo más. Y la historia humana nos demuestra infinidad de intentos por acabar con el deseo a tráves de la represión de los mismos. Lo que genera solamente atrocidades humanas, en las que no quiero ahondar pero que todos pueden ver tan fácilmente a sus alrededores o en sus memorias.

Ahora bien, ¿cómo afronto al deseo sino a tráves de la satisfacción o su represión? Una cosa es clara, cuando realizo mi deseo me aburro, porque me doy cuenta que, sin importar si el deseo es de caracter espiritual, moral o físico, nunca es lo que mi expectativa anhelaba, y, por ende, trato de desear otra cosa, a la que llamo "más elevada"; o tal vez, sólo tratemos de vivir alcanzando y alcanzando cosas, para no tener que verle la cara al hecho de que sin esos deseos mi vida carece por completo de sentido, porque son ellos el centro de mi existencia.

Pero bien, ese deseo es parte de mí, tratar de reprimirlo, de controlarlo, de suprimirlo, sólo consigue mutilarme, lastimarme. Incluso hay monjes que han optado por extirpar sus organos sexuales para liberarse del deseo. ¿Te das cuenta de los mounstruoso que es esto? ¿de hasta dónde hemos llegado en nuestro anhelo de alcanzar algo que no existe, que sólo hemos imaginado? ¿No te da ganas de llorar, no te hace sentir responsable de encontrar algo más allá de esto caminos incesantemente recorridos que no llevan a ningún lugar nuevo, y ser libre de esta máquina de destrucción en la que se ha convertido la conciencia humana?

Toda idea de un estado superior en el que no hayan deseos, es meramente un ideal, pero la realidad es el deseo, no lo que intento hacer de él, ya sea realizarlo o suprimirlo. El deseo es lo que somos, su realización o liberación es el ideal de lo que desearíamos ser. Y en ese movimiento de tratar de convertirme en algo que no soy, quedo totalmente dovorciado de toda posibilidad de afrontar lo que soy; y si no afronto lo que soy, no existe la más mínima posibilidad de comprenderlo, y comprenderlo es cambiarlo. Sin la muerte de los ideales los hechos se vuelven incomprensibles.

Los ideales están determinados por nuestro condicionamiento, en cada rincón del mundo todos los seres humanos tienen ideales, pueden variar de forma, pero la forma que adquieren está determinado por el lugar en el que nacieron, por los libros que han leído o las cosas que les han inculcado.

¿Somos conscientes de que nuestros ideales son limitados porque dependen de nuestro pasado, y de que por más que anhelemos el futuro y proyectemos ilusiones siempre ellas nacen de las cenizas del ayer? ¿Puedes verlo, puedes palparlo, sentirlo en tu sangre? No como un concepto sino como un hecho, no como una idea, sino verlo ahora, en tu interior, cuán limitada es cada proyección generada por tu mente.

Qué acaso eso no te hace detenerte, acaso tu cerebro no queda en un silencio indescriptible al observar cuidadosamente el movimiento incesante en el que queda atrapado la mayor parte del tiempo.

¿Se pueden observar las cosas en ese silencio, no a tráves del cristal del ayer sino mirar, mirar ahora, con ojos frescos y nuevos, y tener un contacto con lo que observamos que no está limitado por el recuerdo de las cosas que hemos visto y sentido en el pasado? ¿Acaso en este estado existe frutración, deseo o búsqueda de satisfacción, control o represión?

¿Vas a esperar por mí para responderlo o vas a intentar hacerlo?

sábado, 28 de enero de 2017

Diario de Raga, día 4

"Have you ever feel secure in my arms?", decía el viejo con una voz agonizante y patética, pidiendo una última mentira agradable de esas que llamamos esperanzas, antes de irse de este mundo.

Nunca fue un buen hombre, por eso fue ambicioso, y por ser ambicioso terminó siendo poderoso.

El poder, esa ilusión, esa mentira para disfrazar nuestra inherente frágilidad de seres vivos. Todas las criaturas enfrentan la muerte de maneras distintas, pero ninguna la entiende. 
Quizá quien más se acerque a entenderla sea el águila, que apareció hace un par de años en mi ventana a enseñarme que sentía su muerte, y que quería morir -aceptar lo inevitable- lejos, y sola, mirándome aún en su agonía con los ojos más valientes y libres de miedo que alguna vez me han mirado.

Pero asumo que no todas las aguilas mueren de la misma manera, así como no todos los hombres viven en las alturas de la libertad.

Pero de qué sirve el poder, ese mediocre anhelo de los cobardes, cuando se está así, con unos tubos introducidos en tu nariz, evitando lo inevitable; y tú, te encuentras ahí, dándote cuenta que hace años que eres débil y viejo, pero que las mentiras que comprabas para escapar de la realidad te daban lo que querías, aunque fuera absurdo y patético, como esa mujer que sostiene tu rostro y por alguna razón misteriosa para ella, en este último momento de tu vida, no haya fuerzas para mentirte.

Probablemente porque nunca se sintió segura entre tus brazos, pero siempre temió este instante, en el que la comodidad la abandona. Ahora tiene el temor de perder todas esas cosas que alcanzamos para llenar el vacío por no sentirnos amados.

No, no es sólo la fuerza lo que nos hace sentir protegidos, sino sentirnos amados. Es por eso que los cobardes siempre anhelan lastimar a quienes están a su alrededor, para confirmar cuánto les aman. Acto por lo demás inutil, porque el cobarde perpetua eternamente sus miedos en esa huella dáctilar común en todos los seres humanos que se llama egoísmo.

No, ella no podía decirle que lo amaba y que se sentía segura, porque desde el comienzo se vendió a ese hombre mucho mayor por miedo a la responsabilidad de asumirse libre, pensaba que no debía temer si no era ella quién se hacía cargo de sí misma. Viajes, tetas enormes y ropa cara. Era un niña malcriada, pero una mujer que se niega a ser lo que es no es una niña, es una mujer que se niega a asumirse responsable y sin excusas.

Y ahí estaba, temblando por miedo a perder sin saber que realmente temblaba por miedo a ser.

El viejo murió sin escuchar nada, porque estaba sordo, y casi ciego, y tan anhelante de mentiras que imaginaba a esta completa extraña que había comprado con dinero -con lo que sólo se pueden comprar las cosas sin demasiado valor-. Y pensando que era su primera esposa, la que empezó a amar sólo luego de haberlo dejado, o tal vez en aquella amante que le fastidiaba pero cuando dejó de amarlo sintió el poder del miedo que sólo sabe manifestarse a tráves de deseos, de lo que nunca fue ni será.

Quién sabe cuál de todas esas mujeres que jamás amó, que sólo eran distintos rostros para un mismo anhelo; quién sabe cuál de todas esas mentiras le cerró los ojos, para decirle que todo estaría bien, cuando realmente ya no había nada.

viernes, 27 de enero de 2017

Diario de Raga, día tres.

Mi madre dice que lo heredé de mi padre, y probablemente sea cierto, pero el hecho es que me aburro muy fácil de las personas.

Cuando conozco a alguien me emociono, no sé si sea por ellos o por la oportunidad de volver a empezar de nuevo, es como un poema, las primeras líneas de un texto, eso que nace sin que te des cuenta, y por lo general una vez que entras en conciencia de que estás haciéndolo, lo has arruinado, y debas terminarlo por puro deber o falsa modestia.

Ahora que lo pienso creo que uno no se aburre, sino que se bloquea. Nos enfrascamos tanto en algo que queremos, que todo lo demás se vuelve un obstáculo entre nosotros y nuestros deseos. Como cuando vas a hacer algo y alguien te pide un favor que te retrasara en el proceso de obtener lo que buscas y eso te pone de un indisimulable mal humor.

El problema de los deseos es que son mecánicos, son parte de la memoria, son una incesante máquina de repeticiones que inherentemente está condenada a embotarnos la sensibilidad. Y la única respuesta que hemos hallado a esto y que venimos practicando desde los milenios, es la de cambiar un deseo por otro, pero todos nos llevan al mismo lugar, al mismo tedio, a la costumbre.

¿Cómo nace el deseo? posiblemente nace de la necesidad de sentirse seguros, la necesidad fundamental de toda criatura viva, y hemos hecho de la memoria ese lugar en donde nos sentimos seguros, aunque realmente no lo estemos, sólo creemos estarlo. Y, paradójicamente, al sentirnos seguros en la memoria, o en una idea, o en una creencia, generamos una inseguridad interminable producto del miedo, no a lo desconocido, sino que a lo que conocemos (lo que nos da la ilusión de seguridad), llegue a su fin.

Pero se me acaba el tiempo, aunque desee seguir ahondando en esto, hay ciertas cosas que interfieren en ello. Tal vez podamos seguir con este tema en otra oportunidad.

jueves, 26 de enero de 2017

Diario de Raga, día dos.

Empecé a escribir a los 14 años, lo recuerdo muy mal, pero sé que no pudo haber sido en otra época, porque hice mis cálculos.

En ese entonces, yo no leía, en la infancia apenas había leído dos preciosos cuentos, uno era El soldadito de plomo, y el otro no lo recuerdo, pero estaban ambos en una copilación de cuentos que me parecía aburridísima pero aún así guardaba celosamente como un tesoro.

Creo que puede que me gustase leer, pero me daba vergüenza, sentía que todos iban a pensar que era nerd si se enteraban de ello, así que se podría decir que era un lector que no salía del armario.

Recuerdo que en ese tiempo, un amigo de mi padre al que nos obligaba a llamar tío porque le debía mucho dinero y trataba de adularlo, nos mostraba una cinta en donde grabó las expresiones de sus hijos al recibir sus regalos de navidad.

Recuerdo que nevaba, era en Canadá, y pensaba que la nieve debía ser la cosa más hermosa del mundo, la imaginaba como una lluvia de cremoso helado.

El hijo recibió un libro de regalo, y yo sentí pena por él, pobre, lo habían estafado. Y además, lo grabaron, le hicieron ver como un terrible nerd y ñoño frente a todos, de verdad sentí mucha pena por él.

Aún la siento, el libro era de Harry Potter. Nunca me gustó esa mierda.

Sí, empecé a escribir a los 14 años y todavía no leía, no salía del armario.

Empecé a escribir porque era muy tímido, y cuando tuve mi primera novia, las palabras me sudaban por las manos, pero no encontraba forma de hablarle, ni de mirarle a los ojos.

Es extraño, fue como si algo durmiese en mi interior, y despertara con ella; a pesar de no conocerla, de ser una total extraña para mí. Pero sentía algo, algo dramático que posiblemente hayan sentido todos los hombres y mujeres de los que he nacido. Y esta chica no podía entenderlo, yo tampoco, pero escribía cartas de amor eterno dedicadas a lo que me había hecho sentir tocarle su mano, y empaparsela de sudor, o de palabras, como prefieran ustedes.

Iba a contarles más cosas, pero me siento cansado, y ya hemos hablado demasiado para el tiempo que llevamos conociéndonos. Adiós.




miércoles, 25 de enero de 2017

Diario de Raga, día uno.

Tal vez este diario tenga sólo una página; tal vez continue cada día, o tal vez una vez por semana, quién sabe, dejemos que se escriba cuando le dé la gana; y cuando nos demos cuenta, y haya pasado el tiempo, agradeceremos la ausencia de todas las palabras que sean innecesarias.

Quizá empecé esto porque me he dado cuenta al compartir con otras personas, de lo insondable que es mi soledad. Y tal vez algo en mi interior espere transformarla un poco a tráves de estas palabras, porque supongo que comunicar la soledad debe ser una de las más bellas formas de estar juntos. -Por supuesto, pienso en Pizarnik.

¿Es la soledad mala? No lo sé, según me cuentan, yo la tengo desde que era niño, y me engañaría a mí mismo si no admitiese que empezar leer fue hermoso porque significaba una forma de regresar a ese espacio y ese tiempo donde todo era silencio y todo era mío.

Ese mundo de la soledad se ha expandido por años, o tal vez no, tal vez simplemente es infinito y lo único que ha ocurrido es que se ha convertido en el medioambiente en donde me siento más cómodo. Si me preguntaran en dónde crecí, creo que sería más acertado decir que crecí en la soledad antes que en Venezuela.

Por favor, lo único que les pido si leen esto, es que no se tomen nada de lo dicho como algo definitivo, como teorías o como verdades intelectuales. Una de las razones por las que últimamente no he querido escribir tan seguido ha sido porque siento que todo lo que digo se vuelve tan lejano y ajeno luego de decirlo, leo todos mis textos y puedo ver el crecimiento del estilo, del dominio del lenguaje -es decir, cómo las armas del escritor van perfeccionándose y el escritor se siente más seguro en su manejo- pero no me veo a mí, siento a veces que no hay nada más diferente a lo que soy que aquello que alguna vez pensé o alguna vez fui, y cuando recuerdo algo no es como recordarlo, sino como escribirlo, como imaginarlo.

¿No les pasa que recuerdan algo, digamos, un día en la escuela, y ven las fotos de ese día y se dan cuenta súbitamente de que nunca recordamos las cosas como fueron sino como las distorsionamos? Es como un sueño, todo expresa algo pero nada es lo que se expresa. Las palabras no son las cosas, sólo las sombras, y por eso es limitado todo lo que comunicamos.

De cualquier forma, vamos a divertirnos, me he antojado de contarles sobre el día de hoy.

Ya se me quitaron las ganas, no se preocupen, de cualquier forma hay cosas que sólo son importantes cuando pasan y cuando se escriben, aunque frecuentemente importan más al escribirse que al pasar.

Lo sé, eso fue demasiado literario como para ser verdadero, pero hay vicios a los que un escritor no se puede resistir.

Volviendo al tema de la soledad, frencuentemente las personas al conocerme dicen cosas muy hermosas de mí, expresan admiración o envidia -si es que una de esas palabras no es el eufemismo de la otra- básicamente porque soy bastante diferente, y creo que la principal razón de esa diferencia ha sido la soledad.

(No voy a hablarles de esas diferencias, es problema de ustedes si las quieren descubrir o no.)

En mi cuarto hay alrededor de 300 libros -es decir, no tengo una biblioteca en el cuerto sino una cama en la biblioteca-, y cada vez que entro a él es como si la enorme boca de un río me sumergiera a sus profundidades. Y si hay belleza en mí ha florecido en este tiempo sin tiempo que es lo que determina mi manera de ver las cosas, que es a su vez mi forma de vivir.

Es tan aburrido hablar de mí mismo, me siento incómodo, ajeno.

Y ahora al releer todo este texto lo único que siento es que escribirlo no fue una manera de salir de mi soledad, si no más bien una forma de meterlos a ustedes en ella. Porque se siente más rico aquí adentro que allá afuera.

Sólo quiero decirles que nada de lo que terminé escribiendo era lo que quería escribir cuando me senté a hacerlo, y esa es la historia de mis textos, es como tratar de comunicar un sueño, y al releer darte cuenta de que lo que evocan las palabras jamás es lo que estaba en tu mente, y publicarlo de cualquier forma, para salir de ello -o porque, como los hijos, aunque nunca sean lo que deseas, siempre pueden aún así ser bien hermosos. Quizá más por ello que a pesar de ello.-, y ponerte hacer otras cosas, probablemente a solas, o con alguien que prefiera meterse a tu soledad antes que sacarte de ella.