martes, 28 de noviembre de 2017

El banco azul

Estoy sentada en un banco azul, el viento corre tropezando con mi cabello, el sol hace sus maravillas con las sombras. ¿Quieres ser el viento de mis hojas?
La tarde es apenas una niña, por eso es que aún no entro a clases, porque quiero jugar con la tarde y los cantos de esta niña amarilada.
Estoy sentada en el banco azul, en la Facultad las personas pasan cada cual al ritmo de su propio hollín.
Me siento en este banco y pienso en ti.
El banco azul no me reconoció al verme “¡¿Eres tú?! ¡Pero qué colores!”
En este banco azul me sentaba yo, cuando era más pequeña y triste. Pensaba en el dolor de los vientos sobre las hojas secas, hojas que luego pisaba como para escucharme crujir también. La soledad se sentaba a mi lado, cansada. Entonces los árboles me hablaban en grandeza y yo les preguntaba ¿dónde languidecía el amor? El banco azul siempre callaba, me acogía.
Así pasaba mis tardes, y los ojos pasaban sobre mí también, la oscuridad se cernía sobre mis pestañas, mis ojos eran inmensas tristezas.
Y entonces cómo esperaba el color, los libros reposaban sobre mis piernas. Leía poemas que los árboles felicitaban. Creo que entonces me preguntaba cuándo llegarías, creo toda mi vida estuve por ti esperando y acaso lo sospechaba entonces sentada en este banco azul, para escribirte ahora que desde hace vidas y árboles y hojas aquí te esperaba, silente tímida, pequeña.
Este banco azul, ahora pienso en ti, y los árboles preguntan a dónde se fue la inmensidad en tristeza de mis ojos, y adónde se fue y el banco azul repite “¡qué color!”
Pienso en ti y ya no piso hojas secas porque contigo aprendí que son poemas.
El sol baja por mi espalda, y pienso en ti.
Regreso a este banco azul como color y me fundo en la alegría de pensarte con el viento de una alemana, la alemana -ese baile clásico de los salones de Goethe.
Pasan las personas y sigo aquí y ya debería subir a clases.
Solía pensar mi refugio era este banco azul rodeado de verde y silencio, ahora sé que eres tú mi hogar.
Sonrío y las personas inquieren sobre mi sonrisa pero nada saben y no escuchan al viento que aún canta, el viento que le hace el amor a las hojas.

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