lunes, 20 de noviembre de 2017

Ensayo sobre lo hermoso que es verla dormir

Siempre se habla del acto del amor, pero a mí me parece que la verdadera intimidad no se halla en el sexo sino en el dormir. Si eres feliz al dormir con una mujer puedes ser feliz con ella el resto de tu vida.

Me encanta mirarla, sentir su pequeña cintura, sus curvas hermosas e indiferentes, su piel pálida como el cielo de noviembre y su cabello oscuro como una noche sin estrellas. Nunca pagaría por sexo, pero sin duda pagaría por verla dormir.

No todas las mujeres son hermosas al dormir, y por eso cuando ves a una, sientes que has hallado una exquisita rareza. Siempre que se duerme primero, sueño con ella, es tan fácil tenerla en mis sueños.

Pasamos la noche conversando, es tan hermosa una mujer enamorada, casi todas las mujeres dicen estar enamoradas, pero eso es falso, son muy pocos los seres que realmente aman. Ella me admira tanto, cuando me cambio la ropa y me pongo la de dormir, me mira como si se le olvidara que también estoy aquí, abre la boca, me absorbe con sus ojos, y dice que soy grande, que soy enorme, y es como que me dijera todo eso que uno no puede más que callar cuando contempla el ocaso.

Hicimos el amor, y no me canso de desearla, no me acostumbro a lo que es hermoso, y ella es tan hermosa; con esas nalgas enormes y esos brazos tan delgados. A veces la miro hasta quedar exhausto, y me acuesto boca arriba, con una pierna estirada y la otra encogida, como formando un número cuatro, y una mano abrigándose en mi sexo y la otra sujetando mi cabeza, y dentro de mi boca cerrada, mi lengua acaricia mis dientes y no paro de pensar en este texto que ahora ustedes leen.

Luego me acaricio la barba y el bigote, y me doy cuenta de que ella me mira con fascinación, sonrío sin mostrar mis dientes, le doy un beso, y bostezo; y ella me dice que soy hermoso y que parezco un león.

Luego cae ante mi pecho, y me pide consejos de cosas que no necesita pedirme, pero adora que le diga qué hacer, se siente tan amada y protegida, me pregunta cosas, me consulta sus decisiones, es tan hermoso sentirse tan importante y único aunque sea para un solo ser en el mundo.

Esto será raro para algunos, pero a veces me gusta sentirla roncar suavemente o murmurarme cosas mientras duerme, siento que confío tanto en ella, y que ella se siente tan protegida y amada a mi lado. Protegerla es tan hermoso, ser su Hércules, su hogar, su refugio.

Sé que ya deben pensar en este punto que soy bastante raro, pero, por si lo hasta ahora dicho fuera poco, les cuento que suelo pedir disculpas luego de bostezar, y eso es algo que suele perturbarle, en parte porque no es usual, y en parte porque a ella le encantan mis bostezos, es como si se los quisiera comer, me hace sentir tan amado, es como si le fascinara todo de mí.

Alguna vez creí que la fama me haría sentir amado, pero no cambiaría todo el éxito del mundo por el significado que sólo tiene mi vida cuando esta mujer duerme a mi lado.

Yo fui su primer hombre, ella era mucho más joven que yo, y a su lado descubrí lo hermoso y sensual que puede ser la inocencia. Sentí que había llegado a mi vida porque era un corazón puro, y yo era el hombre indicado para cuidarla y protegerla al sentirla temblar entre mis brazos como sólo tiemblan las hojas y las mujeres que se entregan por completo, la apreté fuerte, y todo mi ser no hacía más que susurrar: qué suerte que llegaste a mí, no quiero imaginar qué sería de ti en otros brazos que no fuesen capaces de cuidarte y apreciarte como los míos.

A veces me da pánico sólo imaginar que unas manos ineptas hubiesen podido destruir para siempre la belleza de este corazón si yo no hubiese llegado a tiempo, para sanarlo, protegerlo, y hacerlo florecer.

A veces ella me pregunta, qué pasaría si me aburro de ella, o cómo podría ser de su destino si luego de conocerme a mí, le tocara la suerte que tener que vivir con otros hombres. Pero vieras cómo me lo pregunta, me lo pregunta como para reafirmarle que ella es mía, que por siempre será mía y sólo mía, y en esos instantes es tan tierna, y es tan niña, y se siente tan feliz y me llama papi, lo cual me fascina. Se me ha dado tan bien ser su papi, que ya no creo ser capaz de tener una relación distinta a esta, en donde yo no sea una figura protectora de una figura inocente y talentosa. Sin duda alguna el amor verdadero es aquel que cambia tu destino de las formas menos esperadas.

Yo no soy posesivo, o celoso, o inseguro, y mucho menos controlador. Pero ella me pide, me demanda que domine, ella lo necesita, ella necesita que le diga que es mía y que no la compartiré nunca con nadie. Si no se lo digo no se siente importante, ah, yo he tenido novias, y andar de novios es algo tan tibio, tanta igualdad que en la teoría se ve muy correcto pero que en el sentir es tan vacío. Ella no es mi novia, ella es la mujer que me pertenece. Y lo sabe, pero aún así es como un vicio escuchar que se lo diga. Y el mío es decirselo.

Yo no digo que todos deban tener una relación así, pero sin duda alguna ella y yo nos sentimos plenos en esta dinámica, no deseo cambiarla ni forzarla a nada, somos así porque así nos hemos descubierto al amarnos, porque es lo que sentimos al estar juntos.

Fue repentino, simplemente ella se daba cuenta que respondía ante esa autoridad, y desde entonces le doy ordenes, no para forzarle hacer algo que no quiere, sino porque ella siente que al hacerlo expreso fuerza y deseos, seguridad y confianza. Pero todas estas cosas son hermosas y posibles simplemente porque nos amamos y admiramos mutuamente. Podemos pasar horas conversando, nunca nos aburrimos y hasta nos gusta volver a escuchar viejas historias después de cierto tiempo. Conversar, hacer el amor, dormir y leer. Es lo que nos encanta, ni siquiera tenemos televisor, somos como una de esas parejas de otra época, en donde el esposo y la esposa eran mejores amigos, y la confianza era absoluta.

Con ella no tengo que ocultar nada, ni siquisiera mi lado vulnerable, siempre quiere aprender de mí y le encanta que yo tenga la humildad de aprender de ella y admirarla a pesar de que yo tengo mucha más experiencia. Ella es mi admiradora número uno, me adora con una devoción que no le he pedido, nosotros no queremos que nos digan como amar, amando se va forjando nuestro destino.

Qué delicia es observarla dormir, parece un gato, un gato libre de estar en donde quiera, pero que cada noche, me escoge a mí.

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