viernes, 8 de diciembre de 2017

El último adiós.

No tenemos control sobre la muerte, ya has vencido tres veces el cáncer, y ahora has recaído.

Mientras yo me hallo aquí, a paises de distancia, inclumpliendo otro día más tu sueño de alguna vez volver a verme.

Ya estás en una edad en donde te quejas de todo sin saber muy bien por qué te quejas, la última vez que te llamé hablamos de ti, de tu vida, de lo que te apasiona, y fuiste tan feliz, lo sentí en tu voz, y luego empezaste a quejarte de mí, de que tú estando mal y yo haciéndote hablar con mis preguntas y mi sed de tus historias. Pero hace tiempo que no me duelen tus puñales en la espalda, no es personal, simplemente te quejas casi por inercia de todo lo que pasa, como para hablar, como para necesitar que te escuchen, aunque tengas que hacerte escuchar con quejas que son innecesarias.

Tu recaída tiene mucho de tu estado de ánimo, una vez que tu nieta se fue del país, te sentiste mal, y te sentiste mal como sólo los viejos se pueden sentir: lastimándose con todo, hasta con lo que no tiene que ver con ellos, una tristeza que es un miedo a sentirse solos y a la muerte, un resentimiento de un ser que en el final de su vida es cada vez más niño, más irracional, más no te vayas que sin ti me muero. Y te estás muriendo.

Esa nieta tuya, que nació anticipadamente y fue todo un milagro su existencia, la hija de tu hija, la hija de tu única hija, aquella cuya pereza incomparable motivada por tu necesidad de darle todo lo que no tuviste por huerfana, esa hija que nunca terminó una carrera porque todo le aburría, que engordó a niveles alarmantes y cuya obesidad fue su principal caracteristica durante toda su vida. Esa hija que aprendió a mentir y a robar, y que te juró, dos años después del nacimiento milagroso de tu nieta, que te juró por sus ojos y su vida que ella no te había robado nada, y se puso de rodillas llorando, y dijo que la culpable había sido mi madre, pero ya mi madre y tú la habían desenmascarado antes de afrontarla, y cuando lo supo, como todo narcisista, no siento culpa, sino vergüenza, y luego seguiría contando incondicionalmente contigo, sabiendo mejor que nadie cómo manipularte.

Apenas se fue tu nieta para ese país que queda en la mitad del mundo, en donde los venezolanos son plagas y el rechazo es la ley que nos ampara, caíste en depresión, y recaíste.

Quedará tanto de ti en mí, tantas historias que debo escribir, todas tus pinturas, tus lecciones, la risa fuerte que tienes, mi sangre colombiana, esa risa hermosa, tú tocando el piano y el cuatro y eso que lo aprendiste ya siendo adulta mayor, tu voz cuando cantas el coro que es más gruesa que la de todos los hombres, y tantas, tantas historias que debo escribir sobre ti, porque nací para escribir y nací de tu sangre para que tú estuvieses escrita en mi literatura.

Probablemente seas la primera persona importante para mí que se muere, pero ya perdí un país, ya perdí el pasado, ahora todo lo que queda es perder y perder, y tener nuevas cosas, y escribir, y darte un breve espacio de inmortalidad, en esto que es mi literatura.

No me arrepiento de que debas irte, es el curso que deben tener las cosas, me siento agradecido de haberte conocido. Me duele quedarme sin tus historias, pero te prometo que voy a escribir todas las que me contaste, porque nunca permitiría que alguien que he amado se vaya de mi vida, así, como si no hubiese pasado.

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