viernes, 23 de febrero de 2018

Cartas a Melissa, II

Melissa no es una mujer común, no se parece en nada a lo que todos los hombres fantasean con ella al contemplar su mirada sombría, su sonrisa constante y su culo perfecto. Es imposible que sienta celos de otros hombres con Melissa, ella parece entender tan bien como yo que el único hombre en toda la faz de la existencia capaz de ser su hombre soy yo. Pero no se confundan, ella está un poco jodida, y bastante rota, a veces me frustro y me dan ganas de mandarla a terapia, pero me da miedo a que me la reparen y ya no me guste. En pocas palabras, está rota, es rara, pero es perfecta para mí, porque soy perfecto para ella.

Nos gusta ir al bar de mi tío el Mata, donde podemos bailar salsa toda la noche, jugar billar, reír mucho y llevarnos al departamento a alguna mujer hermosa.

Melissa siempre creció entre hombres, la crío su padre y en la universidad sólo tenía amigos hombres. Debido a esto, tiene reputación de puta, a pesar de que su virginidad me pertenece. Se reirían si vieran su reacción cuando vio mi verga por primera vez, la pobre pensaba que todos los penes eran igual de inmensos. Ninguno de sus amigos logró conquistarla, la verdad es que su belleza pone a los hombres perturbados y complacientes, cosa que ella no soporta, y casi me agradece cada vez que se ausenta durante mucho tiempo y no la busco, la pienso mucho, pero me comporto como si no me importara mientras no esté conmigo, lo que ella aprecia y le produce alivio, porque le encanta endulzarme con la distancia, necesitarme. En el pasado todos sus pretendientes le reprochaban su ausencia, trataban de controlarla, de hacerla su novia sin siquiera conocerla muy bien, pero en mi caso nada de esto ocurre, Melissa me pertenece, y a veces me dice que no es mía, y se asusta, piensa que la voy a dejar para siempre o que le voy a pegar, (pero qué niña), y yo la ignoro, porque es muy tonta, cómo vas a decir que no eres mía si luego de decirlo te digo que te desnudes, que te haré mía, y me dices que no pero te sientas en la cama lista para mí sin siquiera percatarte de lo que estás haciendo.

A veces Melissa se pierde demasiado tiempo, en especial en esos tiempos en que se pone demasiado cobarde, y pasa horas en el piano, en la guitarra, en el cine o leyendo acerca de temas que sólo a ella le pueden interesar. A veces se pone hablar con otros hombres de temas muy profundos, y siempre me cuenta temiendo que sea infidelidad divertirse o admirar a otro, y yo me río muchísimo, ha pasado tanto tiempo con hombres que ya piensa como uno, por lo menos como uno que no sea un hombre como yo. Yo no dudo nunca de Melissa, puede ser la niña más cobarde del planeta, pero no es una mentirosa, y siempre siente culpa y piensa demasiado, lo que la hace muy pendeja, pero me gusta, y me ama, con esa torpe manera de amar que se parece tanto a sus risas espantosas que tanto me encantan. Melissa no suele abrirse emocionalmente con nadie, sólo conmigo, pero cuánto me encanta tenerla en mis piernas y preguntarle de todo, hasta que se quede sin aliento porque no está acostumbrada a hablar demasiado con nadie.

Nunca le he mentido a Melissa, desde el comienzo le dije que a mí me gusta tener varias mujeres, y ella estaba ansiosa por ser una más de mis niñas, a veces su mejor amiga le dice que es una idiota y la aconseja, pero yo creo que debes ser bien estúpido si te pones a seguir consejos de personas que son un total fracaso en el área en la que te están aconsejando.

Hoy voy a salir y tal vez a hacerle el amor a una hermosa alumna de mi curso de literatura, es ardiente, increíblemente talentosa y muy divertida, el alma de la clase. A veces su inteligencia pasa desapercibida por su enormes carisma y sentido del humor. Y sus senos son preciosos.

Hace días que no sé de Melissa, pero cuánto me gustaría que estuvieses aquí, es tan divertido cuando tú eres cómplice de mis conquistas, soy el hombre que te gustaría ser, el que te hace ser la mujer más dulce, sumisa y feliz del mundo. Cuánto te extraño, debería mandarte a la chingada, pero me da miedo que allá te reparen, y ya no estés rota, como a mí me gusta.

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